martes, 15 de julio de 2014

Un Vuelco a la Vida (Nueva novela)

 Era de noche y la carretera a penas se veía, pero me gustaba que no hubiera luces por el camino, así podía ver las estrellas a través de los cristales del coche.
  Mamá iba conduciendo y papá iba a su lado, como siempre hablando por teléfono. Mamá decía que papá había nacido con un teléfono pegado a la oreja, que era como una extremidad más de su cuerpo. Yo me reía, pero en realidad no me gustaba que papá tuviera que trabajar tanto. Gracias a él podía tener la casita de muñecas que me gustaba o la última Barbie que había salido, pero también me gustaba que me llevara al parque con los demás niños y que no lo hiciera siempre Nana.
Mi hermano Mike, dos años mayor que yo, siempre me estaba pinchando; como en ese momento. No debía hacerle caso, pero él sabía muy bien como fastidiarme.
-Jope Mike –me quejé, intentando darle con la mano, pero mis cortas extremidades no llegaban hasta su asiento- ¡déjame en paz!
-¿Vas a llorar? ¿Vas a llorar? – se reía mientras hacía gestos con sus manos, como si se estuviera limpiando unas lágrimas inexistentes- ¡Clau va a llorar! ¡Mira mamá, Clau va a llorar!
-No, no voy a llorar –gruñí, al borde del llanto.
-Sí, sí que lo vas a hacer. Clau va a llorar, Clau va a llorar –canturreaba a la par que bailaba en su asiento.
-¡Mamá! Mike no para de hacerme de rabiar. ¡Dile que se calle!
-Niños, estaos quietos por favor –rogó con voz cansina- ya queda poco para llegar a casa.
  Se suponía que debíamos hacerle caso. Yo quería, pero Mike no paraba de molestarme y eso suponía que yo no pararía de quejarme. Finalmente, rompí a llorar y Mike se echó a reír, alegre por haber conseguido lo que quería.
-Eres un bebé Clau, sigues llorando. Eres un bebé.
-¡Mike, por favor! deja a tu hermana en paz –dijo mi madre con más seriedad- sé que estás aburrido, pero no sé, coge la consola y ponte a jugar.
  Mike se cruzó de brazos al ver que no conseguía captar la atención de ninguno de nuestros padres. Solía hacerlo siempre, chincharme para que tanto mamá como papá le hicieran caso; yo me preguntaba el por qué siempre la tomaba conmigo. No le hacía nada malo.
  Sequé mis lágrimas con el dorso de la mano y sonreí al ver que me dejaba en paz. Yo lo quería mucho, era mi hermano. Querer a los hermanos es algo que forma parte de la vida, como si viniera escrito en nuestro propio ADN, aunque en esos momentos no sabía qué era el ADN y para mí, los niños venían en un saquito y eran traídos por la cigüeña que salía en la película de Dumbo.
  Abracé con fuerza mi muñeca de trapo. Era la más vieja que tenía, pero supongo que por eso le tenía tanto cariño. Llevaba ya siete años haciéndome compañía y le tenía demasiado aprecio. Iba conmigo a todas partes, incluso a la playa. Le ponía su traje de baño que me había cosido Nana y la sumergía en el agua salada.
  Las luces de la ciudad se distinguían a lo lejos. Eso suponía que ya estábamos llegando y yo quería irme a dormir ya a mi cama de ¨niña grande¨. Mamá y papá me habían dicho que cuando llegáramos de las
vacaciones, ya dormiría en mi propio cuarto y estaba ansiosa. Hasta entonces había estado durmiendo con Mike, pero quería una habitación para mí sola, donde colocar mis muñecas sin miedo a que Mike me las rompiera.
  Todo pasó muy rápido o al menos así lo sentí yo. Estaba mirando por la ventanilla de mi asiento, cuando vi que una luz cegadora venía a alta velocidad hacia nosotros. Escuché un grito; era mamá que estaba llamando a papá y acto seguido el chirriar de las ruedas. Yo me abracé con más fuerza aún a Tris, mi muñeca de trapo. No sabía qué era lo que estaba pasando, solo que no era nada bueno. Pocos segundos después, el coche daba vueltas y nosotros con él.
  Todo se volvió oscuro y dejé de sentir y escuchar nada.



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sábado, 28 de junio de 2014

Agradecimientos.

  Como es costumbre en mí, me gustaría dirigirme a todos vosotros y todas vosotras, sí, esos y esas que me estáis leyendo en estos momentos para deciros que MUCHISIMAS GRACIAS, porque no habría conseguido acabar ¨The Wrach¨ si no llega a ser por vosotros y antes de que me llaméis melodramática o exagerada os explicaré el por qué: una cosa es escribir y otra muy distinta es escribir y que guste y vosotros  habéis conseguido que me guste y que cada vez que me quedaba en blanco y no sabía cómo seguir, leyera vuestros comentarios (sois pocos, pero bueno... os quiero igual a todos) y supiera saber adelante.
  Cuando leo un libro y veo un final triste, soy de las que lloran, maldicen y quieren sacarle los ojos al escritor o escritora, pero una vez que escribes (aunque sea como hobby como hago yo) sabes que en ocasiones ese tipo de cosas son necesarias, porque quieres que la gente ¨te recuerde¨ por así decirlo. a veces tienes que prescindir de personajes y otras simplemente el final no puede ser el deseado. Sé que muchos y muchas ahora mismo estaréis imaginando cómo me matáis lentamente, pero antes de que me hagáis demasiado daño, me gustaría decir que este final era necesario; ¿por qué? pues porque obviamente las aventuras de Alex no han acabado y habrá una segunda parte; ¨Avengers¨ y espero que la cojáis con tanto entusiasmo como habéis hecho con ¨The Wrach¨.
  Por último y para acabar, os informo de que ¨Un Vuelco a la Vida¨ empezará a ser publicada a partir del lunes. Intentaré subir cada dos días como he estado haciendo con TW y sobretodo espero que me deis una oportunidad, porque es la primera vez que escribo algo solo de tema amoroso y me está costando un montón. Espero que os guste, por supuesto :)
  Un besazo enorme a tod@s y de nuevo GRACIAS.

Capítulo 44. (Epílogo)

Fuera hacía frío, se notaba que hasta el tiempo estaba de luto. El cielo estaba completamente cubierto por una capa de nubes grises con matices negros que avecinaban una lluvia inminente; el viento soplaba con fuerza y las hojas de los árboles bailaban a su compás mecidas entre los cabellos del aire.
Estaba sentada en las escaleras del edificio central con la mirada perdida en la nada y la mente en blanco. Cualquier cosa era mejor que estar dentro. Todo olía a humo y lo único que me recordaba era el hecho de que había estado a punto de morir, de perder a una amiga y que muchas personas habían dejado este mundo hacía tan solo unas horas.
No había pegado ojo; en realidad ni siquiera lo había intentado. Cada vez que me ocultaba tras los párpados deseosa de un poco de tranquilidad, la cara derretida de Daniela aparecía ante mí seguida de una sucesión de imágenes espeluznantes que solo quería borrar de mi cabeza.
Había estado a punto de morir. La gente dice que cuando se muere te espera el más allá donde todo es luz, color, paz y tranquilidad pero... ¿acaso ellos han ido alguna vez como para saberlo? ¿y si en realidad todo es sufrimiento y oscuridad? Yo solo podía pensar en que debía salir con vida de ésta; no quería morir, no sin ver una última vez a mis padres, sin despedirme de Cinthya, sin darles un último abrazo a Tom, Jo y Christian; no sin patearle el culo a Tiffany y regañarla porque siempre estaba metida en líos... no sin darle un beso de despedida a Carter.
Puede que mis razones fueran muy injustas y egoístas, pero realmente no quería morir. Nunca había apreciado con suficiente fuerza la vida, pero a decir verdad, ahora me parecía demasiado bonita como para dejarla. Aún me quedaba mucho por delante y no estaba dispuesta a darme por vencida.
Creo que esa noche nadie había dormido. Cuando conseguimos poner a Tiffany en pié me fui directa en busca de Cinthya. Como la campeona que era, había conseguido sacar a todos los alumnos a tiempo de que  la gran mayoría de la estructura se viniera abajo. En cuanto la vi, salí disparada hacia ella y me dio igual que hubiera alumnos de por medio, me tiré encima suya en un gran abrazo.
-¡Alex! Dios, me tenías muy preocupada- dijo.
-Te quiero -respondí yo.
No dijimos nada más, simplemente permanecimos abrazadas mientras llorábamos la una sobre el hombro de la otra. Habíamos crecido, sí, pero aún así seguíamos siendo las mismas de siempre; las niñas asustadizas que no podían vivir separadas.
Como cabía de esperar, el gimnasio estaba hecho un desastre. Había cadáveres repartidos por todos lados tanto de vampiros como de guardianes y alumnos. En cuanto los vi, lo primero que me vino a la cabeza fue Carter. No me importaba cuánta gente hubiera muerto, solo quería saber que estaba bien y que él no se encontraba entre uno de los cuerpos destrozados del suelo.
Recorrí todo el gimnasio, abarrotado de alumnos y profesores asustados y agazapados bajo las mesas, llorosos abrazados unos a otros mientras se consolaban. Pregunté por todos lados, pero nadie sabía donde estaba. Me daba igual que se preguntasen por qué iba como una loca desesperada buscándolo; solo quería saber que estaba bien, el resto  me era indiferente.
Caminé por el patio esquivando cuerpos algo asqueada y apeada por la imagen. Los Marwolaeth no me importaban, eran seres horripilantes capaces de destrozar familias enteras, desgarrar los cuellos de sus victimas y crear el mayor sufrimiento que una persona podía sentir, pero no podía mantener la mirada fija más de dos segundos sobre ellos, ni sobre los guardias fallecidos. Había personas disfrazadas con trajes destrozados que en un tiempo estaban vivos y llenos de colores, pero que ahora rebosaban dolor y sangre. Era muy duro.
Vi a lo lejos a Andrea, la guardiana que me trajo hasta la academia en coche mi primer día; y corrí hacia ella, alegre porque estuviera con vida, pero deseosa de tener una respuesta a mi pregunta ¨¿dónde está el guardián Rojas?¨.
Por una parte me vi aliviada al escuchar de su boca que estaba bien, pero que hacía tiempo que lo había perdido de vista y que no sabía dónde estaba.
Lo había buscado en todos lados, dentro y fuera del gimnasio, entre los cadáveres rezando a quien quiera que estuviera allí arriba que no se encontrara entre ellos incluso había dejado atrás el hecho de que fuera mi profesor y había ido a preguntar a profesores y guardianes y nadie sabía dónde estaba. Pero quizás, solo quizás...
Me arranqué la chaqueta ajada  y corrí entre los árboles con toda la velocidad que mis piernas me permitían en ese momento. Las ramas puntiagudas me arañaban la piel y en más de una ocasión haciendo un buen boquete en las zonas que tenía al descubierto. El pecho me dolía, la herida en mi abdomen aún no había cicatrizado del todo e incluso me costaba respirar. El corazón me iba a cien por hora y sentía que de un momento a otro me derrumbaría y mis piernas dejarían de correr, pero no podía dejar de hacerlo, no hasta encontrarlo.
Una chispa de alegría se abrió desde lo más profundo de mi ser en cuanto lo vislumbré entre los huecos libres que dejaban  las púas de los abetos. Apreté más el paso deseosa de encontrarme con él, pero no pude esperar y lo llamé con el grito puesto en el cielo. Él se dio la vuelta al escuchar mi voz y me cogió en brazos en cuanto nuestros cuerpos chocaron.
La sensación de saber que un ser querido podía haber pasado a mejor vida, era una de las peores que había experimentado en mis cortos años; pero a la vez el comprobar que aún seguía a tú lado, era la mejor del universo. Que se quitaran las tardes de lluvia y libros al calor del fuego, el sabor del mejor chocolate del mundo o incluso los besos de tus padres antes de ir a dormir. Carter estaba bien y era lo que me importaba.
Lo estreché con fuerza entre mis brazos, tanta, que tuve que obligarme a soltarlo un poco, pero sin
separarme de él. Tenía su camiseta agarrada en un puño y la cabeza bajo su barbilla, hundida en su pecho. No sé cuánto tiempo permanecimos así, abrazados, en silencio y disfrutando de la compañía que nos proporcionaba el otro, solo sabía que quería que ese momento durase eternamente.
-¡Dios, estás aquí! -la voz ce Cinthya me sacó de mis ensoñaciones justo a tiempo. Se sentó a mi lado y pasó uno de sus brazos por mis hombros, quedando yo así con mi cabeza apoyada en ella.- Llevo buscándote un buen rato.
-Pues ya me has encontrado -sonreí con tristeza.
-¿Cómo estás?
-Bien, supongo... -me encogí de hombros- no sé.
-Bien, supongo, no sé -me imitó con voz burlona. Quería hacerme reír, lo sabía, pero no estaba de humor.- Tom, Christian y Jo te están buscando, quieren disculparse...
-Ellos no tienen la culpa -respondí con más dureza de la que pretendía. Era cierto, no tenían la culpa de nada, estaban bajo el influjo de los poderes de Daniela, ella era la única culpable.
-Lo sé, pero ellos no lo ven así. En fin... -suspiró, acariciándome el pelo- ¿cómo está Tiffany? ¿La has visto?
-No -negué con la cabeza.
No la había vuelto a ver desde que se despertó; la dejé con Lucas y me fui a buscar a Cinthya. En realidad no sabía si podría volver a mirarla a la cara, no después de haberme alimentado de ella y sobretodo de haber disfrutado. El sabor de su sangre aún seguía en mi boca; no quería más; es decir, no tenía sed de sangre humana, pero desde luego y sin ninguna duda, había sido lo mejor que mis papilas gustativas habían probado nunca.
-No te lo he contado todo Cyn...-Realmente me daba vergüenza decirle lo que había hecho; pero necesitaba decírselo a alguien y Cinthya era la persona indicada.- Ayer... ¡Dios! ayer....
-¿Ayer qué Alex? Me estás asustando... ¿qué no me has contado?
-Ayer, Tiffany se estaba muriendo... no respiraba e intenté darle mi sangre pero no respondía, entonces a Lucas se le ocurrió una idea y... -estaba nerviosa, muy nerviosa. Cinthya era mi amiga y estaba segura que no me juzgaría, pero aún así lo que había hecho no tenía nombre. No podía mirarla directamente a los ojos mientras le contaba que había bebido la sangre de nuestra amiga; además de que no se nos tenía permitido alimentarnos de humanos, también se consideraba inmoral e impuro, a si es que me concentré en los cordones de mis botas-, bebí la sangre de Tiffany para poder introducirle así mi sangre y... me gustó. El sabor es... ¡Dios! es indescriptible. Sé que lo que he hecho no está bien, que no se nos está permitido alimentarnos de humanos y ¡joder, que Tiffany es mi amiga!
-Alex...
No sé que es lo que tenía pensado que haría Cinthya tras escuchar todo lo que le había dicho, pero desde luego, no pensaba que haría lo que hizo. Después de dieciocho años juntas, aún sabía cómo sorprenderme.
Todavía con su mano en mi cabeza, tiró de mí hacia ella y me estrechó en un cálido abrazo al cual yo respondí con lágrimas en los ojos.
-Lo siento tanto -sollocé, negando con la cabeza.
-Shh, shh... Alex, le salvaste la vida.
-¿Y? Pero me gustó.
-Es normal, nena. Somos lo que somos, no podemos evitarlo, hemos nacido así. Todos lo haremos alguna vez incluida yo, estoy segura. Quizás por placer o por que no se tenga más remedio pero todos lo haremos... Alex, Tiffany lo entenderá.
-¿Y si no? -sorbí la nariz, aún con la cara aplastada en el hombro de mi amiga.
-Lo hará.
-¿Cómo puedes ser así? -Me aparté de ella, secando con la manga de mi camisa las lágrimas de los ojos.- ¿Tan... comprensiva? Dices que todos lo haremos algún día y lo dices tan normal mientras que yo me siento tan mal...
-Supongo que cada uno es como es -sonrió, encogiéndose de hombros-. Mientras tú ves siempre el lado malo de las cosas, yo veo el bueno. Así funcionamos Alexandra Thomson; eso es lo bonito de la amistad. Somos como...
-El yin y el yang -me reí, soltando un par de lágrimas más.
-Sí, podríamos definirlo así. Y ahora, señorita -se levantó y tiró de mí hacia arriba para que la siguiera- tenemos una maleta que hacer.
-Yuju -grité con ironía.
Aquella misma mañana, tras deliberarlo detenidamente y hacer cuenta de los daños y personas perdidas, la directora nos convocó en una reunión de urgencia para decirnos que las vacaciones de pascua se adelantaban tres semanas dado que el edificio tenía que ser reconstruido por algunas zonas. La peor parte se la había llevado el ala de las habitaciones de los chicos que se encontraban en el ala norte, sobre la sala común que había quedado prácticamente irreconocible. Aún había profesores y algunos alumnos echando espuma con los extintores sobre las zonas más dañadas. Por lo que había escuchado, el techo se calló abajo justo un par de minutos después de que los alumnos de cursos inferiores fueran evacuados y eso se lo debíamos a Cinthya.
Supongo que cualquiera estaría deseando regresar a su casa después de vivir una experiencia tan traumática como la que muchos habían vivido esa noche; en cambio para mí, era una de las muchas a las que me tendría en enfrentar. No quería regresar a casa, eso supondría tener que hacerle frente a mis padres y al Consejo y este último me daba pavor. No había hecho nada malo, en realidad las que se llevarían el castigo serían Yum y Daniela, bueno, esta última ya no, pero  todo el peso de la Ley caería sobre Yum y sinceramente, puede que me hubiera salvado la vida, en realidad, le debía una; pero no me daba pena que pasara el resto de sus días en un calabozo. Estaba segura de que ella tenía tanta culpa como Daniela en lo que había ocurrido.
Nada más pasar por la puerta de la habitación; Tiffany salió corriendo hacia nosotras para fundirnos a las tres en un abrazo.
-Bien, estáis aquí, no os podéis ir sin despediros de mí.
Las estrujé a ambas con todas las ganas posibles dado la situación. Solo serían cuatro semanas, las tres de antelación, más la semana de vacaciones, pero echaría de menos a aquella niña. Sabía que no pararía de castigarme y sentirme culpable por hacer lo que hice, pero estaba viva y eso era lo más importante.
-¿Haciendo ya la maleta? -preguntó Cinthya con una sonrisa.
-Bueno... técnicamente. Alex... -me miró directamente a los ojos, pero aparté la mirada. No podía mirarla después de lo ocurrido.- Lucas me lo ha contado todo ¿vale?
Pegué un respingo al escucharla. Sabía que tendría que contárselo, pero no me esperaba que se me adelantasen.
-Tiffany, yo... yo...
-¡Calla estúpida! -tiró de mí y volvió a abrazarme. Yo me quedé con los brazos inertes aplastados bajo los suyos sin saber muy bien qué hacer y por qué me abrazaba. ¡Había estado a punto de matarla!.- Me salvaste la vida, no tienes que sentirte culpable; si no llega a ser por ti ahora mismo estaría muerta.
-¿Entonces por qué me siento tan mal? -formulé la pregunta en un susurro a penas audible.
-¡Porque eres gilipollas! -gritó Cinthya con la cabeza metida en mi armario.
-¡Ey, escúchame! -me separó de ella con sus manos agarrándome  los hombros- Está bien ¿vale? No pasa nada, siempre y cuando... no quieras morderme -sonrió de lado- mantén tus colmillos alejados de mi cuello a no ser que sea de suma urgencia.
Estaba haciendo bromas al respecto; eso era bueno ¿no? Asentí con una sonrisa y la abracé. Esta vez fue ella la que no se lo esperaba y eso hizo que mi sonrisa se ensanchara.
-Y tu procura dejar de atraer los problemas. A partir de ahora te llamaré Peligro.
-Umm... Peligro -me imitó, con los ojos entrecerrados- me gusta, suena interesante.
Puse los ojos en blanco ante su comentario; me habría reído, pero es que lo decía en serio. No sabía qué hacer con aquella chica.
Saqué la maleta de debajo de la cama y comencé a hacerla. Toda a ropa olía a chamusquina; tendría que darle un par de lavados antes de volver a usarla, si es que eso era suficiente para deshacerme de él.
Ya casi había terminado de empaquetar mis cosas, bueno, mejor dicho, de meter la ropa a presión en la maleta hecha un montón de ovillos, cuando me percaté de que Tiffany no estaba haciendo la suya.
-¿Y tus cosas? -la miré de reojo. Estaba sentada sobe su cama, contemplándonos a Cinthya y a mí.- ¿Vas a dejarlo todo aquí?
-Sip -dejó explotar la p.
 Hacía tiempo que no decía uno de sus ¨sí¨ personalizados; al principio me resultaban de lo más irritantes, pero ahora que lo escuchaba de nuevo, era consciente de que lo había echado de menos.
-¿Por? ¿Tienes tanta ropa que no te hace falta? -dijo Cinthya con voz burlona, imitando a Spencer.
-En realidad es que me quedo aquí. He hablado con la directora y me permite quedarme. Estaré con otros alumnos; nos trasladan a las cabañas vacías de los guardianes. Estaré bien.
Siempre se me olvidaba lo que me contó sobre la relación entre ella y su tía. No se llevaban demasiado bien y a ser su único familiar, debía vivir con ella. En una ocasión me dijo que estaba deseando  cumplir la mayoría de edad para poder irse a vivir sola. Había estado ahorrando con algún que otro trabajillo de vacaciones con ese propósito. Viniendo de ella, después de comprobar lo luchadora e independiente que era, me lo creía.
Cyn me miró y yo la miré a ella. Se nos había ocurrido lo mismo.
-Tiff, la invitación a mi casa sigue en pié -la sonreí, sentada encima de la maleta para poder cerrarla.
-Y la mía -añadió Cinthya.
-Chicas no sé...-Había un deje de vacilación en su voz, estaba claro que en su interior se estaba librando un conflicto. Por una parte quería, pero por otra no; por eso la interrumpí antes de que terminara de hablar.
-Piénsalo... -le guiñé un ojo a la par que pasaba un brazo por encima de sus hombros:- Amsterdam, una ciudad preciosa llena de canales e historias fascinantes, un mes entero con nosotras... nunca tendrás esta oportunidad y además; en ningún lugar estarás más segura.
Una sonrisa se dibujó en su cara. Estaba medio convencida, solo faltaba un último empujoncito y éste lo dio Cinthya cuando tiró toda la ropa del armario de Tiffany al suelo. Emitió un gritito sordo seguido de un gruñido de frustración, pero lo cierto era que la situación era bastante graciosa.
-Ala -se rió Cinthya sacudiéndose las manos- ya puedes empezar a empaquetar las cosas.
Era cierto, en ningún lugar estaría más segura que con nosotras, viviendo en un pueblo habitado por vampiros diurnos a tan solo dos horas en coche de la ciudad. Me sentía responsable de aquella chica; de que no le pasara nada, y dejarla en esa academia tan desprotegida ahora que casi más de la mitad de guardianes estaban muertos o en la enfermería por contusiones graves, era una locura. El único inconveniente serían mis padres y el hecho de que se suponía que no podíamos rebelar a un mundano nuestra auténtica identidad, pero técnicamente lo había descubierto ella sola, por lo que no supondría mucho problema y además, el Consejo estaría mucho más ocupado resolviendo el caso de Yum como para sancionarme a mí por hacer mi trabajo; y en lo referente a mis padres... se llevarían una sorpresa, sí, la misma que me había llevado yo al descubrir que me habían  ocultado cosas toda mi vida, por lo que estaríamos en paz.
Estaba terminando de ayudar a Tiffany de recoger su ropa del suelo cuando alguien llamó a la puerta. Fue Cinthya la que abrió, pero por la seriedad de su semblante ya supe quien era.
-¿Qué haces aquí? -inquirió en tono amenazante.
-¿Está Alex?
-No.
Cerró la puerta en sus narices, pero no llegó a encajar; Yum puso el pié para impedir que se cerrara. Ese gesto no le sentó demasiado bien a mi amiga, quien le enseñó los colmillos con un bufido. Se avecinaba una pelea y no estaba dispuesta a que hubiera más, al menos de momento.
-Está bien Cyn -le puse una mano en el hombro para tranquilizarla.- Tengo una charla pendiente con Yum.
Por su relajación, estaba claro que había venido en son de paz. Cuando le pregunté por qué lo había hecho, atravesar con una estaca a la que había sido su mejor amiga desde la infancia, me dijo que no era el momento de aclarar las cosas, que lo haría por la mañana y aquí estaba, cumpliendo con su palabra.
-¿Puedo pasar?
Me aparté hacia un lado para permitirle el paso. Llevaba su pelo largo y oscuro recogido en una coleta tan tirante que hasta la piel de su cara estaba estirada hacia arriba. Tenía ojeras, algo muy inusual en un Wrach y los ojos rojos. Había estado llorando.
-Querías respuestas y aquí estoy.
-Bien -asentí, aún con la mano en el pomo de la puerta.
-Te las daré, pero a solas.
-¿¡Qué!? -chilló Cinthya justo al lado de mi oído. Me acababa de quedar sin tímpano.- ¡No, yo me quedo!
-Y yo -la respaldó Tiffany.
Era normal que estuvieran preocupadas por mí y que no se fiaran ni un pelo de Yum, yo tampoco lo habría hecho en su situación, pero la chica había venido hasta aquí para contarme los planes que tenía Daniela y eso al menos, le daba un voto de confianza, no sin dejar de estar alerta.
-Chicas, está bien -asentí, mirándolas a las dos de hito en hito- estaré bien.
-¡Alex! Intentó...
-Me salvó Cyn, está bien.
-Vale -gruño entre dientes saliendo de la habitación-; iré a ver cómo les va a los demás. Vamos Tiff, luego venimos a por las cosas.
No me gustaba quedarme a solas con otra poseedora del don del fuego y mucho menos tratándose de Yum, pero no me quedaba otra alternativa. Tenía demasiadas preguntas y yo necesitaba respuestas.
-¿Por qué? -me crucé de brazos, apoyando el peso de mi cuerpo sobre la pared.
-Mira, no puedo contártelo todo ¿de acuerdo? -cogí aire para protestar, pero prosiguió antes de que me diera tiempo- solo te diré lo esencial. Daniela se estaba volviendo un poco... psicópata por así decirlo. Era mi mejor amiga y lo sigue siendo, pero no podía dejar que lo hiciera.
-No es que no te agradezca que me hubieras salvado y tal; pero ¿cómo fuiste capaz? Yo me imagino que Cyn... -no fui capaz de terminar la frase, solo de pensarlo me daban escalofríos.
-No podía cargar con más muertes -susurró con la cabeza gacha.- Mira Alex, no nos llevamos muy bien dada mi posición actual y mi amistad con Daniela pero te admiro. -Pegué un bote, sorprendida ante su confesión; ¿que me admiraba? Probablemente me estaba haciendo la pelota, nunca había escuchado nada semejante de nadie y menos de alguien como Yum, pero parecía tan sincera que decidí no interrumpirla ni hacer comentarios al respecto.- Eres fuerte y valiente y darías tu vida por salvar la de alguien a quien quieres. Ya había dejado morir a Mía, no podía dejarte morir a ti también.
-¿Por qué? -pregunté en un susurro al recordar a mi amiga perdida- ¿Por qué lo de Mía?
-Daniela quería tenerte distraída, hacerte parecer que te estabas volviendo loca, de ahí... -* las pesadillas y las alucinaciones*- las pesadillas que tenías y las alucinaciones. Normalmente solía escoger a Tiffany para que las protagonizara dada tu amistad con esa chica; suponíamos que parecerían más veraces que si las protagonizase Cinthya, ya que descubriste lo de la enfermería. Si te mantenía con la guardia baja sería mucho más fácil llevar acabo el ataque. Solo necesitábamos un poco de tu sangre para llevar acabo el ...
-... sí, sí, sí -agité la mano restándole importancia- ya sé todo el asunto de los Avengers, la sangre, la tumba de Mikael... -la miré con los ojos entrecerrados, cambiando el peso de un pié al otro- al grano.
-Pues eso, solo necesitábamos un poco de sangre, pero ya sabes el odio que sentía Daniela hacia ti... y al ver que estabas descubriendo todo el pastel mucho antes de que su plan se llevara acabo y que siempre te entrometías en todo... bueno, pensó que lo mejor sería quitarte de en medio. Al menos eso creo yo, no sabía que quería matarte. Y lo de Mía... -un deje de dolor apareció en su voz, como si pronunciar su nombre le trajera sensaciones extrañas, como a mí- no pretendía matarla; solo asustarte.
-Pues le salió el tiro por la culata -espeté con ironía.
-Te juro que cuando vi a Mía, ahí tirada en el suelo... -una lágrima le recorrió la mejilla. Incluso hasta a ella le había afectado la perdida- quise dejarlo todo; se le estaba yendo de las manos y... buf.
-¿Por eso discutisteis en el bosque?
El día después del ataque de la vampira, cuando Carter casi muere y yo puse en práctica mis conocimientos aprendidos durante dieciocho años, fui a buscar el libro donde Marx, un chiflado de Dios, narraba la historia de su amor por una joven Wrach, que resultó tener los mismos dones que yo; pero en su lugar me encontré a Daniela y a Yum discutiendo por un motivo truculento. Ahora todo encajaba.
-¿Nos vistes? -levantó la mirada sorprendida.
-Sí; os vi.
-Juro que quise irme, pero ... no podía. Una vez dentro, no puedes dejarlo.
-¿Cómo os enterabais de todo lo que hacía? ¿De dónde estaba?
Soltó una pequeña risita irónica antes de contestar, negando con la cabeza y la mirada perdida en el suelo, como si pudiera ver algo que yo no veía.
-Te sorprendería lo fácil que es sustituir la dosis de mata-vampiros por un poco de agua.
-¿Qué? ¿Todo el instituto?
-No -negó- solo un par.
-¿Quienes? -Tenía los dientes tan apretados que incluso me dolían las encías. Estaba conteniendo mis ansias de atizarla. Temía los nombres que saldrían de su boca.
-Como Will... como Spencer.... A él lo obligaba a seguirte y a ella a sacarte de tus casillas, así te expulsarían y dejarías el territorio libre para el ataque, pero siempre estaba ese estúpido guardián...
-¡¿Qué?!
El impulso pudo más que la razón y me abalancé hacia ella. La levanté del suelo, agarrándola del cuello de su camisa con una mano y la otra cerrada en un puño, preparado para impactar con su cara. Tan solo el pensar que esas malditas zorras le podían haber hecho algo a Carter o a Will me comía por dentro.
-¿Qué le has hecho a Will y a Carter?
-Na-nada -tartamudeó, sin apartar sus ojos de mi puño- a Will solo le obligaba a seguirte e informarme, nada más. Si lo que te preocupa es si está enamorado de ti sí, lo está. -En realidad no me preocupaba si los sentimientos que tenía hacia mí eran verdaderos o producto de una coerción, me preocupaba que pudieran haberle obligado a hacer alguna estupidez como la de Tiffany-. Y a ese estupiducho de profesor ni siquiera fui capaz. Hay personas muy fuertes que son capaces de resistirse a la coerción, como tu amiga la pelirroja.
Suspiré frustrada. Creía que estaba preparada para escuchar toda la verdad pero en realidad era demasiada información para un solo momento; para una sola persona.
La solté  con un empujón y calló al suelo. No tardó en ponerse de pie y sacudirse la ropa. Solo quería hundir mi puño en su estómago, pero no dejada de repetirme que estaba en deuda con ella.
-Si te sirve, estoy muy arrepentida de todo esto. Por eso me entregaré yo misma al Consejo.
-No, no me sirve -siseé entre dientes- pero estoy en deuda contigo, sino ya te habría dado la paliza de tu vida.
-Lo sé.
Pasó por mi lado, derecha a la puerta. Quería perderla de vista para siempre, pero aún nos quedaba un largo camino de vuelta a casa encerradas en un avión. Iba a ser desesperante.
-¿Alex? -dio la vuelta esperando a que contestara, pero al ver que mi respuesta no llevaba, decidió seguir.- Esto no ha acabado; estás en peligro. Todos estamos en peligro. Daniela solo era un peón al igual que yo. Esto solo acaba de empezar.
Giré para atraparla antes de que se marchara, pero ya era tarde y me di de bruces contra la puerta. Salí al pasillo, pero solo había alumnas yendo de acá para allá con sus maletas ansiosas por llegar a sus casas.
Me dejé caer hasta el suelo con la espalda apoyada en la puerta y la cabeza hundida entre mis manos.
*Esto solo acaba de empezar*
-¿El qué? -susurré a nadie en particular.
¿Qué acababa de empezar? Pensaba que iba a darme respuestas y lo único que había conseguido había sido darme un cabreo de tres pares de narices y más preguntas. Parecía la pescadilla que se muerde la cola: preguntas, respuestas que te llevan a más preguntas, otras preguntas que te llevan a más respuestas... ¿Acabaría todo alguna vez?
Las vibraciones de los golpes en la puerta me cosquilleraron en la espalda.
-Seas quien seas no estoy de humor para... -enmudecí al ver a Carter frente a mí, con la mano en alto, dispuesto a volver a llamar.- Hola -dije sorprendida.
-¿Puedo pasar? -señaló con la barbilla al interior de mi habitación.
-Ems.. esto... -me eché a un lado- sí, pasa.
El gran chico relajado que conocí la noche anterior se había esfumado. Volvía a ser el Carter de siempre. No es que no me gustase, en realidad ese era ¨mi Carter¨ pero verlo así, no me daba buena espina. Iba vestido con su habitual atuendo formado por unos pantalones negros y una camiseta, solo que esta vez era de manga corta. Tenía la cara manchada de hollín; debía de haber estado ayudando a recoger los escombros.
No sabía que hacía allí, pero algo me decía que el motivo era nuestro rato juntos en el puente. Para mí había sido lo mejor que me había pasado nunca, pero ¿y para él?
Lo miré de soslayo, algo avergonzada. No sabía cómo actuar, el efecto que él producía en mí nunca antes lo había producido nadie, ni tan siquiera Tom. Era diferente. Era distinto.
-Bueno y... ¿qué haces aquí?
-Venía a ver cómo estabas.
-Um... -asentí con una sonrisa algo forzada- estoy bien y... -paré para aclararme la garganta- ¿y tú?
-Bien.
Noté que evitaba mirarme directamente. Miraba a cualquier lado, menos a mí. Seguía un ciclo; cama, mesilla, techo, armario y pies; así una y otra vez.
Desde luego que no había pensado en que este momento fuera tan incómodo para los dos. Yo estaba algo nerviosa, sí, pero como lo estaba siempre que lo tenía cerca, pero él... no parecía él mismo y eso me asustaba.
Permanecimos en  un silencio incómodo un largo rato; un silencio que se me antojó pesado y plomizo pero justo cuando iba a romperlo, él decidió lo mismo y acabamos hablando los dos a la vez.
-Oye Carter...
-Alex...
Sonreí ante lo cómico de la situación; no sé si por nervios o porque realmente me hizo gracia; pero estaba temblando de pies a cabeza.
-Dime -dije.
-No, dime tú.
-No, venga, lo mío era una tontería. Dime qué pasa; no me creo que hayas venido hasta aquí solo para preguntarme cómo estoy.
Y era cierto; sabía que no había venido hasta mi habitación para preguntarme cómo estaba; pero también sabía que no se avecinaba nada bueno.
Suspiró y finalmente habló:
-No, en realidad no he venido solo para eso. Alex... lo de anoche -volvió a suspirar.-Lo siento.
¿Que lo sentía? ¿Qué sentía? No había hecho nada malo; en realidad ninguno de los dos habíamos hecho nada malo.
Las manos me empezaron a temblar con fuerza y el nudo que me era tan familiar se depositó en mi garganta. No quería escuchar nada más; porque ya me lo suponía.
-¿Qué? -mi voz salió en un susurro ahogado; lo más alto que me permitía el nudo.
-Lo que hicimos anoche no estuvo bien; es decir, lo que hice anoche no estuvo bien y no se volverá a repetir. Fue un error; tú estabas abrumada y yo...
-¿Que fue un error? -repetí.
¿Cómo podía decir que lo de la noche anterior había sido un error? ¿Eso era lo que sentía?
-Alex...
-No, Alex no -di un paso hacia adelante- ¿eso es lo que fue para ti? ¿un error? Yo no estaba abrumada, sabía perfectamente lo que estaba haciendo. ¡Quería hacerlo! -chillé, volcando toda mi rabia sobre él.
No me podía creer que lo dijera en serio. ¿Cómo podía ser un error algo que nos hizo sentir tan bien?
Avancé otro paso y otro y otro más, hasta que ya no pude seguir, quedando así Carter atrapado entre la cama de Tiffany y yo. Seguía evitando mi mirada, moviendo los ojos hacia todos lados sin reparar en mí. Estaba nervioso y él se había dado cuenta de que lo había notado. Estaba mintiendo.
-No piensas así.
-Sí que pienso así Alex.
-Mírame a los ojos y dime que lo de anoche fue un error -le ordené.
No sabía cuánto tiempo más podría reprimir las lágrimas, pero necesitaba oírlo. Necesitaba oír que no pensaba así.
-Alex... -susurró.
-¿¡Qué!? Deja de decir mi nombre, me lo vas a borrar. ¡Mírame y dímelo a la cara! -Grité. Lo agarré de la mandíbula y lo obligué a mirarme.
Sus oscuros ojos estaban completamente negros, sin un ápice de color. Un brillo asomaba por la comisura de sus párpados, como si estuviera aguantando las ganas de llorar. No podía decirme que había sido un error y estar así. Era imposible.
-Soy tú profesor Alex y tú eres mi alumna -dijo mecánicamente como otras muchas veces había hecho- ¿no lo entiendes? ¿No ves que es imposible? Es mejor así.
-Yo lo que veo que ese impedimento te lo pones de excusa y que eres un cobarde.
No sé de dónde salió el valor para pronunciar aquellas palabras, pero salieron de lo más profundo de mi ser. Sí, era un cobarde porque prefería esconder lo que sentía antes que luchar por ello.
Abrió los ojos sorprendido y por primera vez desde que lo dejé pasar notó mi presencia, como si antes solo hubiera sido un espejismo y ahora fuera un ser corpóreo y papable. Podía ver el daño que le habían hecho mis palabras, pero más daño había sentido yo al escuchar de sus propios labios que quererme era un error.
-¿Qué?
-¿Y sabes por qué? -intenté sonar lo más firme y segura que pude; pero el nudo de mi garganta me traicionó y a mitad de la frase la voz se me quebró. Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. No quería que me viera así, ya me había visto muchas veces llorar, pero no por él.- ¡Porque prefieres ponerte excusas antes que admitirlo!
-¡¿Qué quieres que admita Alex!? ¡Dime! - preguntó con desesperación. Me agarró de los hombros y me zarandeó con fuerza, soltando toda la frustración.- ¿Que me vuelves loco? ¿Que nunca antes había sentido algo así por nadie? ¿Que tengo miedo a perderte? !¿Eso quieres que admita?¡
¿Por qué todo tenía que ser tan difícil? En ese momento recordé cuando Cinthya me preguntó que si no sería genial sentir un amor tan puro como el de los protagonistas de ¨Moulin Rouge¨; en ese momento no respondí, pero ahora la respuesta era un NO.
No, no lo era. El amor dolía y te hacía débil y yo como una tonta lo había dejado entrar en mi vida arrasando con todo a su paso como un huracán que deja  todo en ruinas. Así me sentía, derrumbada, vacía... en ruinas. ¿Por qué dos personas que se querían no podían estar juntas?
-Vete -respondí en un susurro.
-Alex... -susurró.
-Carter, por favor -sollocé- vete.
No merecía la pena seguir discutiendo por algo que estaba claro que no nos llevaría a ningún lugar. Él pensaba que estaba mal, bien, yo también. Solo quería irme a mi casa.
Se acercó a mí y con una mano en la parte trasera de mi cabeza, me acercó hacia él y me besó con fuerza en la frente.
-Vete... -negué con la frente pegada a sus labios- ¡vete!
No quería que siguiera allí. No quería tenerlo cerca. No quería volverlo a ver. Era una estúpida; desde un principio sabía que estaba condenada a sufrir y hasta que no lo había experimentado no me había dado cuenta.
Con el ¨clic¨de la puerta al cerrase fue cuando vino el llanto fuerte. Era irónico que un simple ¨clic¨ me hiciera llorar y a la vez fuera la representación de algo que yo misma había pedido; que se marchara.
Me dejé caer de rodillas al suelo, con las manos entre el pelo.
Me lo había repetido una y otra vez, que no era posible; él tenía razón; había sido un error y un error en mayúsculas, pero aún así habíamos sido tan tontos de dar el paso y tirarnos al abismo. Un abismo oscuro y frío; lleno de sufrimiento donde me había estampado de cabeza.
¿Cómo podía doler tanto? ¿Cómo era posible que esto hubiera acabado sin tan siquiera haber empezado?
En las películas, los libros, las canciones... el amor es bello y bonito donde siempre triunfa, pero en la vida real... solo te destroza.
-¿¡Alex!? ¿Qué ha pasado?
Cinthya corrió hacia mí al verme tirada en el suelo, llorando. Estaba asustada y no podía culparla por ello; encontrarse a su mejor amiga llorando como nunca la había visto, asusta.
Intenté decirle que estaba bien, pero cada vez que habría la boca solo salían balbuceos y más lágrimas.
-Shh, shh...
Tiró de mí hacia ella con cuidado y me abrazó.
¿Cuántas veces lo había hecho en las últimas semanas? ¿Cuántas preguntas consoladas solo con el llanto? Desde luego Cinthya conmigo se había ganado el cielo.
-Estoy aquí ¿vale? -asentí contra su hombro intentando tranquilizarme, pero era inútil.- ¿Desde cuando, Alex?
¡Lo sabía! Me incorporé velozmente y la miré con los ojos abiertos. ¡Lo sabía! Y esta vez no eran suposiciones mías. Sabía el motivo de mi llanto; sabía por quién lloraba.
-No me mires así, no soy estúpida -sonrió con tristeza, acariciándome la cara y secando las lágrimas de mis mejillas.- Duele, lo sé.
-Sí.
Claro que dolía, mucho. Era más doloroso que el dolor físico o perder un miembro del cuerpo.
Rompí de nuevo a llorar y la abracé, buscando su consuelo.
Claro que lo sabía; era Cinthya, mi mejor amiga; la persona que siempre se enteraba de todo lo que te acontecía sin que hiciera falta que se lo dijeras; la amiga que te escuchaba y consolaba; la amiga a la que no le había dicho nada por miedo a admitir que realmente estaba enamorada de mi profesor;  por miedo a decirlo en voz alta  y la misma amiga que ahora mismo me estaba abrazando y consolando por algo que se había hecho real.
-¿Se pasa? -pregunté, suplicando que la respuesta fuera un sí.
-Sí, cielo... se pasa.
-Duele mucho Cyn...
-Lo sé, nena... lo sé. ¿Quieres que vaya a buscarte un vaso de agua o algo?
-No -negué con la cabeza- solo quiero una cosa.
-¿Y qué es cielo?
-Volver a casa. Es hora de volver a casa.


                                                                     














lunes, 23 de junio de 2014

Capítulo 43.

Acabar con aquellos estúpidos fue pan comido, incluso me resultó mucho más fácil de lo que me esperaba.
A decir verdad me sentía bastante orgullosa de mi don; es decir, el resto de poderes también eran útiles y bastante buenos, pero ninguno como el fuego. El fuego podía acabar en un santiamén con un Marwolaeth sin tener que hacer el mínimo esfuerzo, simplemente una mirada o un pensamiento sobre la zona que quería que pendiera y voila, adiós peligro.
En cuanto me hube asegurado de que estaban completamente fritos, chamuscados y muertos me marché de allí. Aún quedaban más y estaba segura de que no vendrían solos o no al menos los que supieran que una Wrach con el don del fuego rondaba por los alrededores.
Intentaba no pensar en cómo estaría el resto, ya que si lo hacía solo servía para ponerme más nerviosa y no podía permitírmelo. Cinthya, Tom, Jo y Christian sabían cuidarse solos y Carter... era Carter, ese hombre era como un Dios del Olimpo. Estarían bien.
Iba en dirección al gimnasio cuando me percaté de que había alguien más por la que debía preocuparme de la cual no había vuelto a saber nada desde que se había marchado a ver una película.
-Tiffany...
Sin pensármelo dos veces di media vuelta y corrí hacia el castillo lo más rápido que pude. La mayor parte de los alumnos se encontraban en el gimnasio y esa era una zona segura ya que a pesar de que el ataque probablemente se estuviera desarrollando ahí, todos los guardianes estarían defendiendo la zona, lo que dejaba el ala de los dormitorios y las aulas altamente desprotegidas.
Iba a mitad de camino cuando me di cuenta de algo extrañamente inusual. El ambiente estaba cargado de un olor a chamusquina y a medida que avanzaba se iba intensificando. Aún me quedaban varios cientos de metros para llegar hasta la puerta, pero ya desde allí pude advertir las llamas salir por las ventanas de las habitaciones en la otra punta.
-¿¡Pero qué cojones!? -espeté apretando aún más el paso.
-¡Alex! -me llamó una voz conocida- ¡Alex! ¡Espérame!
Cinthya venía a la carrera tras de mí. Tenía el vestido  ajado y las manos manchadas de algo negro con pinta de ser pegajoso, pero no era nada preocupante, no estaba herida.
-¿Dónde están los demás? -pregunté ocultando la histeria lo mejor posible.
-Tom y Christian están en el gimnasio -respondió jadeante, apoyando las manos en las rodillas para recuperar el aliento- Caleb está con Jo y Yum defendiendo la zona y del resto no sé nada. ¿A dónde vas?
-Compruébalo tu misma -la agarré de la muñeca y tiré de ella.
Si Tiffany seguía allí dentro era cuestión de tiempo que perdiera el conocimiento debido a la falta de oxígeno; eso o algo peor, que muriera abrasada por las llamas.
Nos repartimos el trabajo; Cinthya se encargaría de avisar a los de cursos inferiores y sacarlos de sus dormitorios mientras que yo buscaba a Tiffany.
De no haber sabido qué iba a hacer esa noche, habría sido como buscar una aguja en un pajar, solo que el pajar estaba ardiendo y no nos quedaba tiempo.
El vestíbulo estaba completamente lleno de humo, a penas se veían dos palmos de distancia. Advertí a Cinthya de que tuviera cuidado y que a ser posible respirara a través de la tela de su camiseta, mientras que yo cree un pequeño campo de fuerza a mi alrededor.
Podía sentir dónde había sido creado el incendio. Era como una vocecilla en mi cabeza que me decía que me alejara de la zona norte, que ahí era donde mayor era el peligro, pero a la vez también era donde se encontraba mi compañera. Corrí por los pasillos como pude esquivando cuadros calcinados y telas ardientes que colgaban del techo.
Los segundos se convirtieron en minutos y los minutos en horas. La agonía en mi pecho era tal que parecía que el corazón se saldría de su lugar y aparecería palpitante en mis manos. Era imposible saber dónde estaba con la cantidad de humo que había; y el calor era insoportable. La presión en el pecho era cada vez mayor. Noté un extraño cosquilleo en el hombro, como si mi propia marca me dijera que no debía seguir avanzando por ese camino, que debía alejarme del origen del incendio.
Cuando llegué a la zona común, la puerta de madera había sido sustituida por una lengua de fuego que azotaba el aire hasta el techo. No estaba segura de si podría pasar con el campo de fuerza por lo que cogí una bocanada de aire y lo deshice. Crearlo me había dejado agotada y aún más teniendo en cuenta que llevaba varios días alimentándome solo de comida mundana, pero cuando se trataba de salvar a alguien, sacaba fuerzas de donde fuera necesario.
Extendí las manos hacia el frente y posteriormente las separé, abriéndome paso entre las llamas, que se partieron a la mitad como las aguas del Mar Rojo se separaron ante Moises.
-¡Tiffany! -grité, tapándome la nariz y la boca con ambas manos- ¡Tiffany!
El calor que hacía en aquella habitación no era nada comparado con el que me imaginaba que haría en el infierno, si es que era verdad que existía. Los ojos me ardían por el resplandor de las llamas y gotas de sudor resbalaban a lo largo de mi columna vertebral.
-¡Tiffany! ¿Dónde estás?
-¡Alex! ¡Alex! -llamó una voz masculina- Estamos aquí, junto a la ventana.
-¡No abras la ventana! -chillé presa del pánico.
Si abrían la ventana, lo único que pasaría sería que acabaríamos volando por los aires.
Avancé entre el humo palpando los sillones y mesas a mi paso. La sala común era lo suficientemente grande como para albergar a todos los alumnos pertenecientes al bachillerato, por lo que tenía que tener cuidado de no tropezar con ningún objeto.
El humo que había entrado en mis pulmones estaba empezando a pasarme factura; por mucho que mi don fuera el fuego, no significaba que no pudiera hacerme daño. No tanto como a los demás, pero sí que podía quemarme.
-¿Dónde estáis? Hablarme para que me guíe por vuestras voces.
-Estamos junto a la ventana Alex, junto a la ventana.
*Ya claro, como solo hay unas veinte ventanas ¿verdad?*
-Tiraros al suelo, ahí el aire es más limpio -les advertí.
No sabía quién era el chico, pero también era mi responsabilidad. Empecé a preocuparme aún más al advertir que no había oído la voz de Tiffany en todo el rato. ¿Dónde estaba?
-Estamos aquí -dijo la voz, tirando de mí hacia el suelo.
El dueño de la voz resultó ser Lucas, el mismo chico de pelo plateado que había compartido conmigo mi primera sanción y que me había advertido sobre la profesora de biología. ¿Qué hacía allí?
-¿Qué le pasa? -ahogué un grito al comprobar el estado en el que se encontraba mi amiga.
Tiffany estaba tumbada bocabajo con los brazos extendidos hacia el frente. No se movía, pero escuchaba su corazón, estaba débil; tenía que sacarla de allí.
-Ha respirado mucho humo -dijo Lucas entre toses- tenemos que sacarla de aquí.
No podía estar más de acuerdo con él, el problema era que no sabía por donde. Volver a la entrada sería completamente imposible, no al menos conscientes y abrir la ventana para saltar era un completo suicidio. Solo quedaba una opción.
Me incorporé de nuevo como pude ya que estaba temblando completamente de pies a cabeza, ya fuera por los nervios o por la falta de oxígeno; y me dispuse a hacer lo que debía hacer.
Uno de los primeros trucos que mi padre compartió conmigo, fue el de absorber el fuego. Podía crearlo, pero también eliminarlo. Nunca más lo volví a intentar puesto que era un ejercicio muy doloroso, pero sabía cómo tenía que hacerlo.
-Cuando te diga ya, abres la ventana -avisé a Lucas.- Coges a Tiffany y saltáis.
La altura hasta el suelo era escasamente dos metros, como mucho tres por lo que la caída no les haría heridas graves.
-¿¡Qué!? Pero saldremos volando por los aires.
-Lucas ¿confías en mí? -lo miré a tiempo de ver cómo asentía vacilante, sin creer muy bien sus propias palabras- pues cuando te diga ya, coges a Tiffany y saltas.
*Bien, vamos allá*.
Cerré los ojos con los brazos extendidos y visualicé a mi padre en mi cabeza, diciéndome todos y cada uno de los pasos que debía seguir. En primer lugar habría respirado hondo de no haber sido mucho peor dado la cantidad de humo que había en la sala común, mis pulmones estaban completamente intoxicados con él, pero aún así debía sacar fuerzas de donde hiciera falta. Los alumnos de aquella academia eran parte de mi responsabilidad como guardiana y un Wrach nunca se rinde.
Me concentré en el fuego, en su calor, su color, el movimiento de las llamas... su olor. Necesitaba empaparme de todo él para poder llevar acabo mi cometido. Con los ojos cerrados, imaginé que las llamas danzaban en mi dirección dejando atrás los cacharros chamuscados e inservibles para venir a un lugar seguro; mi cuerpo; como me envolvían con su calor y entraban en mi cuerpo por cada poro de mi piel... entonces sucedió.
El dolor se apoderó de mí. Un chillido aterrador me desgarró la traquea en cuanto noté su contacto, el ardor
y la estela candente que dejaba a su paso. Era como si todas las partes de mi cuerpo se encontraran dentro de una hoguera y se derritieran. Las venas me ardían, la cabeza estaba a punto de explotarme y la presión sobre mi pecho era algo realmente agonizante. Sentía que de un momento a otro me vendría abajo con todo el peso de mi cuerpo, pero no se trataba de mí, sino de Lucas y Tiffany. Tenía que salvarlos.
-¡Ahora! -grité a tiempo que dejaba salir la fuerza de mi interior, creando un muro entre nosotros y el fuego.
No me detuve a mirar si todo el sufrimiento había servido para algo; en cuanto noté la brisa fresca que entraba por la ventana, lo dejé todo y a la velocidad del rayo cogí ambos cuerpos y salté por la ventana justo un segundo antes de que todo volara por los aires.
Debido a la explosión, la honda nos empujó varios metros más allá por lo que tuve que colocarme de tal manera que ambos quedaran tapados con mi cuerpo. Si yo me hacía, aunque fuera un mísero rasguño, me curaría antes que ellos y tanto Lucas como Tiffany ya habían sufrido bastantes daños.
-¡Joder! -espeté, llevando ambas manos a la cabeza. Tenía tal presión en el cráneo que parecía que de un momento a otro me estallaría y mis sesos quedarían repartidos por el césped del patio.-¿Lucas?
-Estoy aquí -gimoteó tras de mí.- Alex, ¡Tiffany apenas respira!
No hizo falta que me lo repitiera dos veces. Me incorporé todo lo rápido que pude y fui hacia ellos con más de medio cuerpo entumecido por el golpe. Las piernas me temblaban cada vez más y sentía que de un momento a otro me desplomaría en el suelo. Todo ese uso de poder me había dejado agotada, pero antes de eso tenía que salvar a mi amiga.
Me arrodillé junto a ella y puse ambas manos sobre su pecho para poder así practicarle la respiración boca a boca. Uno, dos, tres, cuatro y cinco contracciones en las costillas, seguidas de tres respiraciones boca a boca. Uno, dos, tres, cuatro y cinco contracciones, una, dos y tres respiraciones... dejé de perder la cuenta cuando llegué al número cincuenta. El corazón de Tiffany seguía débil y éste no mostraba indicios de querer mejorar.
-Sigue sin respirar -jadeé a la par que seguía empujando su abdomen.- Ven, haz lo que estoy haciendo, tengo una idea.
Me quité de encima de mi amiga para dejar a Lucas que siguiera. Solo quedaba una alternativa, aunque para ello necesitaba que recuperara la consciencia aunque fuera un solo segundo.
Probablemente me iba a arrepentir de hacer aquello delante del chico, pero la vida de mi amiga estaba en juego y si eso significaba tener que vérmelas con el el Consejo porque un mundano me había descubierto dándole sangre a otro para sanar sus heridas, lo haría.
Mordí la parte interna de mi muñeca hasta que la sangre llegó a mis labios. Necesitaba que Tiffany estuviera consciente para poder tragar, sino no serviría de nada. Lucas me miró con ojos de incredulidad, pero no le hice el menos caso.
-Vamos Tiff, vamos -supliqué, pasando mi mano por su nuca para que así la cabeza quedara levantada.-Vamos...
-¿E-eres un?
-Mira Lucas, no es momento para dar explicaciones -dije, al borde de la histeria- pero piensa que si estuviera aquí para mataros, no me habría jugado el pellejo ahí dentro -señalé con la barbilla hacia la ventana por la que habíamos saltado, ahora hecha pedazos-  a si es que mueve el culo y sigue haciendo el RCP.
El muchacho me miró vacilante, sin comprender nada de lo que estaba viendo, pero no obstante me hizo caso y lo dejó estar mientras yo seguía sosteniendo la cabeza de mi amiga.
Probablemente si conseguía salir de esa, el estar tanto tiempo sin respirar le traería graves consecuencias cerebrales, pero prefería eso a dejarla morir.
-Esto es inútil -gimoteó Lucas.- Si no conseguimos que vuelva en sí tu sangre no hará nada, a no ser que...
Me sorprendió realmente que supiera que la sangre de vampiro, ya fuera de un Wrach o un Marwolaeth pudiese curar a un humano, pero me daba igual la respuesta en esos momentos.
-¿A no ser qué? -medio chillé.
-La única forma que tu sangre la cure es que llegue a su organismo y la manera más rápida es produciéndola directamente.
-¡Genial! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? A sí, espera, ¡NO TENEMOS AGUJAS PARA HACER UNA TRANSFUSIÓN!
-Muérdela y junta tu sangre con la suya.
-¿¡Qué!?
Lo que Lucas estaba diciendo tenía sentido, pero morderla significaría probar su sangre y los Wrach no bebíamos sangre humana, no al menos los que respetábamos la ley. Nunca antes había bebido sangre de otro persona y mucho menos de un humano ¡era una completa locura!
-No-no puedo hacer eso.
-¡Alex! -Lucas me agarró por los hombros y me zarandeó- ¡Se está muriendo!
-Pero... nunca he bebido sangre humana, yo...
-Alex, por favor...
Los miré a ambos; el con los ojos vidriosos por las lágrimas y ella pálida, incluso más que yo. Tenía razón, se estaba muriendo y la única forma de salvarla era haciendo que mi sangre llegara directamente a su organismo y para ello tendría que morderla.
No podía verlo, estaba a un paso de convertirme en un monstruo; ¡pero si ni tan siquiera soportaba beber la sangre de una lechuza directamente de las venas!
Con los ojos apretados fuertemente, asentí despacio. Me incliné sobre ella y dejé que los colmillos salieran a la luz. No teníamos tiempo, por no decir que el reloj iba marcha atrás, por lo que tendría que ser rápida.
Una estampida de sabor tuvo lugar en mi boca en cuanto mis colmillos atravesaron su piel. Sabía a luz, a vida, a alma, a Sol... a todas las cosas inimaginables que nunca habría pensado que pudieran llegar a tener un sabor. Era lo mejor que había probado nunca. La sangre corría por mis labios introduciéndose en el interior de mi boca, era como si todos los placeres de la vida se hubieran congregado en uno solo y ahora mismo estuvieran dando una fiesta en mi paladar.
-Alex, para, ya está bien -me advirtió Lucas tirando de mí.
Lo sabía; sabía que ya era suficiente, pero no para mí. Quería hasta la última gota de sangre de su cuerpo. Quería más. ¡Quería más!
-¡Alex! ¡La vas a matar!
Me vi arrastrada por una fuerza inexistente que me llevó a otro lugar lejos de allí. Estaba sentada en el asiento trasero de un coche, las piernas me colgaban rozando con las puntas de los pies el salpicadero y una música a penas audible inundaba el lugar. Una mujer ocupaba el asiento del copiloto y un hombre el del conductor. Estábamos en movimiento.
El coche frenó bruscamente y debido a la inercia me topé con la parte trasera del respaldo del conductor.
-¿Qué pasa papá? ¿Por qué frenas?
No podía explicar el por qué o el cómo, pero aquella vocecilla salió de mi interior. Era como si yo estuviera allí, pero a la vez no. Como si me encontrara dentro del cuerpo de otra persona.
-Esa mujer necesita ayuda, en seguida vengo.
El hombre bajó a toda prisa del coche y yo me desabroché el cinturón para poder inclinarme y ver así lo que pasaba. Había un cuerpo tendido en medio de la carretera, no alcanzaba a ver si se trataba de un hombre o una mujer, pero necesitaba ayuda; parecía como si estuviera... muerta.
Creo que tanto la mujer, el hombre o yo no nos esperábamos que aquel cuerpo inerte despertara a la velocidad de la luz y desgarrara el cuello del hombre.
-¡Carton! -chilló la mujer sorprendida.
-Papa....
-Cielo, tengo que ayudar a tu padre -sollozaba la mujer algo nerviosa- no te muevas del coche. Pase lo que pase, no te muevas del coche.
Estaba claro que no era yo, que aquella mujer no me estaba hablando a mí sino a otra persona, a su hija pequeña. Sentía cómo el terror se apoderaba de mí. ¿Cómo tanto miedo podía adentrarse con tanta fuerza en un cuerpo tan diminuto? Al principio no tenía sentido nada de lo que estaba ocurriendo, pero entonces me di cuenta; eran los recuerdos de Tiffany. Estaba en su cabeza.
La fuerza apareció de nuevo y me vi envuelta de un remolino de luces y colores hasta llegar al día en el que Tiffany se enteró de que yo no era lo que ella creía. Sentí el terror correr por sus venas al verme saltar, el alivio al comprobar que no le haría nada, pero sin desechar la idea de que aún era un monstruo como el que había asesinado a sus padres pero lo que me hizo retroceder fueron tres palabras pronunciadas por su boca cuando Cinthya y yo fuimos a visitarla al hospital una semana atrás ¨no tengo miedo¨.
Las luces se apagaron y yo la solté, alejándome de ella. ¿Qué había hecho? Ella había confiado en mí y yo solo pensaba en beberme su sangre. ¡Era un monstruo!
-Alex, tienes que darle tu sangre -me gritaba Lucas; pero yo estaba completamente inmóvil. ¿Qué había hecho?
-So-solo podía pensar en beberme hasta la última gota ¿qué me ha pasado? -agarré a Lucas por los hombros y lo zarandeé deseosa de una explicación razonable que hiciera que toda la culpa se marchara- ¿qué he hecho Lucas?
-¡Estúpida! -Su guantazo fue como una dosis de anestesia para mi cuerpo. Lo miré sorprendida. Había que tener valor y coraje para pegar a un ser como yo.- ¡Mueve tu culo y dale tu sangre! Yo iré todo lo rápido que pueda a la enfermería y traeré una aguja. ¡Vamos!
Tenía razón; ya habría tiempo de lamentarse por lo que había hecho, era el momento de salvarla y dejarme de autocompasión. Si no la salvaba, me destruiría a mí misma por la culpa.
Arranqué un trozo de la tela de mi falda y la usé para limpiar la sangre derramada por el cuello de Tiffany. Necesitaba ver con claridad los dos orificios creados por mis incisivos para así poder introducir mi sangre todo lo limpiamente que pudiera. Volví a morder la parte interna de mi muñeca, ya que con la cantidad de sangre que había tomado había servido para recuperar las fuerzas perdidas de todo un mes y con ello la capacidad de curación era mucho más rápida.
-Tiffany, si me oyes lo siento pero más te vale mover ese culo y despertarte si no quieres que te trocee y te sirva de comida en el menú de mañana.
Junté mi muñeca a su cuello y apreté con fuerza para que ni una sola gota de mi sangre  fuera derrochada.
Tenía que funcionar, sino estaría perdida. No podía perder a otra amiga, a otro ser querido. Primero Mía y ahora Tiffany... ¿por qué siempre le pasaban las peores cosas a las personas más buenas?
Escuché un chasquido y cuando levanté la vista Tom estaba allí y venía hacia nosotras.
*Tom.. Tom puede salvarla...*
Con el pequeño masaje cardíaco que tanto Lucas como yo le habíamos practicado, su corazón había vuelto a retomar su ritmo, pero no era lo suficiente. Por algún motivo, ya fuera por el humo o porque sus pulmones estaban taponados, no respiraba. El poder de Tom era el aire, él podría conseguir introducir aire en sus pulmones.
Solté la cabeza de Tiffany y corrí hacia él para informarlo de lo ocurrido. Christian, Yum y Jo venían detrás de él unos pasos más alejados. Eso significaría que ya no hacían falta en el gimnasio y que probablemente el ataque había acabado.
-Tom, Tom -lo llamé- Tiffany necesita tu ayuda. No respira y tu...
Tom agarró mis muñecas y con un simple movimiento las llevó hasta mi espalda quedando así inmovilizada. Si estaba de cachondeo no era el momento. Forcejeé pero sus manos eran como dos esposas de hierro forjado alrededor de mi carne.
-¡¿Se puede saber qué estás haciendo estúpido?! ¡Tom suéltame! -volví a tirar de mis brazos, pero era inútil- ¡QUE ME SUELTES! Tiffany se está muriendo Tom, necesita tu ayuda. ¿Me oyes?
-No te escucha preciosa, deja de esforzarte.
Pegué un respingo al ver a Daniela arrodillada junto al cuerpo de mi compañera. Estaba feliz y con una sonrisa resplandeciente, como si no se hubiera enterado del ataque y estuviera ajena a todo. Se la veía contenta.
-¿De qué estás hablando? -pregunté sin comprender.
-Dios, ¿se puede ser más estúpida? -puso los ojos en blanco, acercándose varios pasos hacia mí.- Pensé que eras más lista Alex. Mira a tu alrededor -extendió los brazos, para abarcar así todo el espacio vacío en el que nos encontrábamos y después, señaló a mis compañeros- por mucho que les supliques ayuda, no te la van a dar.
-Por qué...
Callé en cuanto fui consciente de lo que estaba pasando. Como pude, giré la cabeza para mirar a Tom a los ojos. Estaban completamente blancos. Seguí el recorrido de Christian, Jo y Yum. Ellos estaban igual, excepto ésta última, que parecía normal, solo que con cara de psicópata.
Debía de haberlo sabido desde un principio en cuanto descubrí la historia de los Avengers. Debía de haber supuesto que Tom no tenía nada que ver y que la culpable de todas las alucinaciones y pesadillas había sido Daniela.
Se suponía que miles de años atrás, cuando Mikael se reveló contra el Consejo y decidió crear un ejercito para destruir la raza humana, las brujas y brujos de todos los lugares de la Tierra se reunieron para llevar acabo la separación de nuestras razas. Mikael fue encerrado y fosilizado en una cueva y para impedir que volviera a ¨renacer¨, nacieron los Avengers; cinco Wrach poseedores de un segundo poder. La Tierra estaba asociada a la telepatía; el Agua a la invisibilidad, el Fuego a la electricidad y el Aire poseía el don de la visión; lo que quería decir que la segunda Avengers era Daniela.
-¿Tú eres...? -no me vi capaz de terminar la frase debido al asombro. No podía ser.
-Bien, bien, parece que lo vas entendiendo -se rió con sarcasmo, dando un par de palmadas-, veo que no eres tan estúpida como creía.
-¿Por qué?
-Por qué, cómo, cuándo... son preguntas relevantes con respuestas que estoy segura que no quieres oír, pero dado que este será tu último día de vida, creo que te las contaré.
Daniela y yo  no habíamos congeniado demasiado bien desde que nos conocimos, pero nunca habría llegado a pensar que me odiaba tanto como para querer matarme. Ahora que sabía que ella era como yo, me preguntaba si se debía a eso nuestra mala relación.
-Pensándolo mejor, creo que te lo resumiré. Quiero despertar a Mikael.
-¿¡QUÉ!?
Sus palabras fueron como una bofetada en toda la cara. Mikael era el vampiro original, no podía morir dado que era el vampiro original, es decir, a partir de él habíamos sido creados el resto y se pensaba que de su muerte dependía la supervivencia de nuestras especies, tanto de Marwolaeth como de Wrach; por eso estaba fosilizado en un lugar alejado de la mano de Dios. Cuando un vampiro dejaba de alimentarse, sus venas se iban apagando y endureciendo hasta el punto de convertirse en una especie de roca con forma humana. Asqueroso.
-Digamos que estoy harta de que los humanos nos mangoneen a sus anchas. La especie vampírica somos superiores a ellos. Los superamos en fuerza, agilidad, capacidad de combate, tenemos poderes... en cambio ellos son solo simples cucarachas que se aprovechan de nuestros dones...
-Pero si ni siquiera saben que existimos.
-... y el Consejo piensa que puede hacer lo que quiere con nosotros. Si Mikael estuviera vivo, nada de esto habría pasado.
-Claro que no -ahogué un grito- ¡sería mucho peor! La raza humana se extinguiría.
-¿Y? Son simplemente alimento.
-¿Cómo puedes decir eso? -Estaba completamente horrorizada, ya no por la magnitud de sus palabras, si no por el motivo por el que las decía.- Tú vienes de la raza humana.
-¡NO! -chilló a la par que me soltaba un guantazo en la mejilla.- Yo soy una Wrach.
Tenía ganas de estrangularla con mis propias manos hasta que su corazón dejara de dar saltos en su pecho. Esa maldita zorra había llegado al borde de mi paciencia. ¡Estaba loca!
Insistí en mi forcejeo para soltarme del  amarre de Tom, pero era inútil. Tom siempre había sido mucho más fuerte que yo aunque... aunque ahora que lo pensaba bien, me había alimentado de la sangre de Tiffany y los Marwolaeth eran más fuertes que los Wrach solo porque se alimentaban de sangre humana. Eso quería decir que mi fuerza era el doble que la suya.
Tenía un plan, pero necesitaba distraer a Daniela.
-Vale, vale... perdona, no vienes de la raza humana, vienes de la raza canina -le sonreí, guiñándole un ojo.
-Tú y tu sentido del humor -espetó, con un soplido-, me sorprende que aún no hayas preguntado por qué tengo que matarte.
-Oh, no me hace falta saber la respuesta. Eres una maniática psicópata con problemas de personalidad, eso ya lo sabía. Aunque lo que no entiendo es ese royo de las pesadillas, es decir ¿por qué?
-Diversión -se encogió de hombros.
Arrancó una rama de uno de los árboles cercanos a nosotros y la partió a la mitad, de modo que acabara en punta. Esa tía iba en serio en lo referente a matarme y yo mentiría si dijera que no estaba entrando en un estado de pánico bastante alarmante.
-Vas a morir Alex y qué irónico -se rió- la verdad es que no tenía pensado que fuera así, igual que con Mía.
Un millón de alarmas se dispararon dentro de mi cabeza y de repente todo encajó. La imagen de Mía agazapada junto al árbol segundos antes de morir con los ojos en blanco apareció en mi mente, a la par que escuchaba la voz de Tiffany diciéndome que yo había tenido esa mirada.
-Tú... -susurré con una voz a penas audible.
-La verdad es que no pretendía matarla, es decir... no sé fue un efecto secundario.
-¿¡Qué te había hecho ella a ti!?
-En realidad nada, solo quería mantenerte distraída mientras que perfeccionaba los últimos detalles de mi plan al igual que el intento de suicidio de Tiffany. Me sorprende la capacidad de esa chica para resistirse a la coerción, en fin... -sonrió de nuevo, apoyando la punta de la rama sobre mi pecho- lo siento. Mentiría si dijera que no se trata de algo personal, pero es que necesito tu sangre para abrir la tumba. Con una gota bastaría, pero si me deshago de ti creo que le estaré haciendo un favor al mundo.
Una cosa es que me odiara e intentara matarme, no podía culparla, solía irritar a todo el mundo, pero otra muy distinta es que ella hubiera sido la responsable de la muerte de mi amiga y que casi matara a la otra por el puro placer de la diversión. Podía pasar por alto el hecho de que me quisiera muerta, pero no el que hubiera matado a Mía.
-Me las vas a pagar -sonreí-. Zorra.
Creé un pequeño campo de fuerza al rededor del cuerpo de Tom y del mío para que así los poderes de Daniela no pudieran llegar hasta él. El chico aturdido me soltó en cuanto el manto invisible se hubo depositado sobre nuestras cabezas. Sabía que un combate cuerpo a cuerpo contra Daniela era casi un acto suicida, pero dejar a Tom consciente solo sería ponérselo en bandeja y que volviera a hipnotizarlo a si es que antes de que recuperara la razón, le aticé un cabezazo dejándolo inconsciente.
-Bien; ¿quieres matarme? -jadeé- pues ven a por mí.
No esperé a que diera el primer paso, estaba cansada de esperar, fui yo la que tomó la iniciativa. ¿Quería matarme? Iba a tener que esforzarse; Alexandra Thomson no se iba a dejar tan fácilmente.
Lo primero que hice fue deshacerme de aquella estaca improvisada. Era un arma útil por lo que lo mejor sería quitarla de en medio cuanto antes. Fue simple y sencillo, con una sola mirada, empezó a arder. Daniela la soltó con un gritito asustadizo, lo que me dio la oportunidad de atizarle un puñetazo en la cara seguido de una patada en las costillas. Después de haberme alimentado de Tiffany, me sentía invencible. Era como si toda la fuerza se hubiera amontonado de golpe en todo mi ser y estuviera deseosa de mostrar lo que podía hacer.
Daniela calló de rodillas al suelo.
-¿Te rindes ya? Nunca pensé que fueras tan endeble.
-Te odio -la rabia era palpable en sus palabras.
-Bien, ya tenemos algo en común.
Rodillazo en la nariz y tirón de pelo hacia atrás. Puede que parecieran dos movimientos inofensivos, pero un tirón de pelo en una chica era como una patada en las pelotas en un hombre.
De un salto, Daniela se incorporó e intentó alcanzarme con su pié, dispuesta a mandarme a la otra punta del patio; pero yo estuve más rápida y la esquivé, aunque no vi venir el puñetazo en la mandíbula que hizo que me tambaleara hacia atrás. La muy zorra aprovechó la oportunidad y me lanzó contra el tronco de un árbol.
El impacto me hizo ver las estrellas, literalmente. Me recordó a la típica escena de dibujos animados en la que el malo ve destellos de colores danzarines sobre su cabeza. Era abrumador.
-¿Eso es todo lo que sabes hacer? -fui capaz de pronunciar entre toses.
Nada más levantarme, me arrepentí de haberlo hecho tan deprisa. Como un torrente de agua, la sangre subió hasta mi boca y tuve que esculpirla a tragantones.
-Aún me guardo un par de trucos bajo la manga.
-Me alegro -tosí- yo también tengo un par.
Formé una bola de fuego y se la lancé. La muy estúpida andó escasa de reflejos y le alcancé de lleno en la parte derecha de su rostro. El olor a piel quemada vino acompañado de un alarido salido de lo más profundo de sus entrañas.
No pude evitar sonreír. Puede que sonara macabro incluso repulsivo pero ahora, cada vez que se fuera reflejada en un espejo se acordaría de mí. Las quemaduras dejaban marca.
-¿A si es que esas tenemos? Bien, se acabó la compasión.
El aire dejó de existir, mis pulmones se cerraron y ya no era capaz de respirar. *No, otra vez no*.
Sentía cómo cada músculo de mi cuerpo se derrumbaba y la fuerza que antes me había hecho sentir indestructible se esfumaba, dejando la sensación de horror ante la inevitable muerte.
Era increíble cómo lo que hacía tan solo una hora había descrito como mi mejor noche cuando los labios de Carter besaron los míos y ahora simplemente dejaría de existir. ¿Por qué la vida era tan injusta? Yo solo quería tener una vida normal, poder enamorarme de la persona que quisiera, ser una guardiana y vivir en una casita en el campo o junto a un lago; que mis padres me visitaran de vez en cuando y dejar de lado toda esa mierda del destino para el que había nacido.
-Dicen que morir de asfixia es una de las peores muertes, porque eres consciente de cómo cada célula de tu cuerpo reclama a gritos la necesidad de oxígeno.- Con el rostro tapado, se acercó hasta mi oído para susurrarme:- suplícame que te mate y lo haré directamente; sin dolor.
Tenía razón, la agonía que estaba sufriendo en aquellos momentos no se la deseaba a nadie, ni tan siquiera a mi peor enemigo; pero no le daría el placer de suplicar por mi vida. Técnicamente morir por falta de aire solo me mataría temporalmente, pero sería el tiempo justo que necesitaba para clavarme una estaca en el corazón.
-Jamás -siseé, como pude.
-¡Estúpida!
Debió de dejar a un lado sus intentos de asfixiarme o su concentración se vio interrumpida en el momento en el que se abalanzó sobre mí, ya que sentí como mis pulmones se habrían de nuevo. Volver a sentir el aire adentrarse por las fosas nasales era como volver a la vida, aunque la sensación de alivio terminó en cuanto mi cabeza chocó contra el suelo y noté el peso de Daniela sobre mi estómago. Estaba sentada a horcajadas sobre mí, con ambas manos apoyadas en las caderas, lo que me permitió ver su nuevo rostro desfigurado y carcomido por el fuego. Le había cogido la mitad de la cabeza, lo que dejaba al descubierto medio cráneo teñido de un rosa pulpúreo donde claramente no volvería a nacer su precioso pelo. Era asqueroso.
-¿Sabes? Siempre soñé con la forma perfecta para matarte.
-¿Y cual es? -mi voz sonó como una especie de susurro gutural- si puedo saberla.
-Lenta y dolorosa.
Introdujo su mano en el interior de mi cavidad torácica llevándose varias costillas de por medio. Intenté no gritar y quitarle el gusto de verme sufrir pero me fue imposible en cuanto noté sus dedos alrededor de mi corazón. El dolor se extendía por cada nervio de mi cuerpo enviando descargas a zonas  que ni siquiera sabía que existían. Tenía razón; era una forma horrible para morir.
-¿Algún último deseo?
-¡Que te jodan! -espeté antes de escupirle en la cara.
-Perfecto.
Veía reflejado en sus ojos el deseo de matarme, la sed de sangre y muerte. Estaba disfrutando con mi sufrimiento y si por ella hubiera sido lo habría alargado más, pero eso solo me habría dado ventaja.
Había asumido por completo que moriría esa noche y de la forma más atroz posible pero aún no había llegado mi momento o al menos eso había decidido el destino, que por una vez estaba de mi lado. Justo cuando se disponía a sacar su mano, con mi corazón entrelazado entre los dedos. Emitió un alarido que hizo retumbar hasta los cimientos de la Tierra antes de caer rendida sobre mí con la punta de una estaca sobresaliendo de su corazón.
Los ojos asustadizos de Yum me contemplaban desde arriba. Me había salvado.
-¿Estás bien? -me tendió una mano, pero no me vi capaz de aceptarla.
-Podría estar mejor -me quejé arrugando la nariz.
-Vamos, te ayudaré.
Se agachó y pasó sus manos por debajo de mis brazos para así poder incorporarme. Estaba segura de que al menos tenía dos costillas rotas y evité mirar el agujero de mi pecho por el que manaba una cantidad de sangre suficiente como para haberme matado de no haber bebido sangre humana.
Estaba viva y eso era lo que importaba.
El cuerpo de Daniela descansaba sobre la hierba con una estaca atravesada sobre su pecho. No tenía intenciones de matarla, solo de inmovilizarla para que se enfrentara al poder del Consejo, pero eso ya era pasado.
-¡Alex! -la voz de Lucas me despertó, recordándome lo que de verdad estaba haciendo allí.- La tengo, toma.
Intenté correr hacia él para coger la aguja que salvaría la vida de mi amiga, pero el dolor era demasiado insoportable como para hacerlo.
-Yum -la miré directamente a los ojos- Tiffany se está muriendo. Sé que no nos llevamos demasiado bien, pero ella no tiene nada que ver en esto, por favor...
-Está bien -asintió.
A la velocidad de la luz, corrió hacia Lucas y en menos de un segundo estaba a mi lado extrayendo la sangre de mis venas.
-¿Lo haces tu o lo hago yo? -me preguntó, pero no esperó a que contestase.
Como pude, me senté junto a mi amiga y apoyé su cabeza en mis rodillas magulladas y cubiertas de sangre, expectante a que volviera en sí.
-En el corazón -susurré sin poder apartar los ojos de los de Tiffany.
No podía mirar, no podía hacerlo, no después de lo que había hecho. Escuché la aguja rasgar la tela de la camisa de Tiffany y abrirse paso hasta su corazón. Era increíble cómo la sangre humana te hacía sentir; todo era distinto incluso la luz era más brillante.
-Ya está -dijo Yum.
-¿Eso funcionará? -susurró Lucas.
-Esperemos que sí.
Miré a mi alrededor incapaz de seguir contemplando el semblante de mi amiga medio moribunda. Si moría, jamás me lo perdonaría. Ella era mi responsabilidad. Ahora sabía que Daniela solo me había dejado a cargo de ella para mantenerme distraída, pero sentía una fuerza que me empujaba hacia ella, como si estuviéramos atadas por un lazo y yo, la había fallado.
Tom seguía inconsciente en el suelo, le había dado un buen golpe, pero lo extraño era que Jo y Christian también estaban despatarrados sobre la hierba, pero estaban... ¿dormidos?
-¿Qué les ha pasado? -pregunté, señalándolos con la barbilla.
-Sus cerebros necesitan un descanso. Daniela los ha sometido a mucho esfuerzo.
-Ah. -Era lo único que podía decir, no encontraba las palabras precisas para explicarlo que sentía en esos momentos. La miré directamente a los ojos, necesitaba saber una cosa y que respondiera con sinceridad.- ¿Por qué lo has hecho?
-¿El qué?
-Daniela... era tu amiga.
-No es momento de hablarlo ahora.
-¿Que no es momento? -me reí, presa de los nervios- Casi me matan.
-¿Qué? -inquirió Lucas, pero no le hice caso.
-Alex, tu amiga se está muriendo y parte es por mi culpa. ¿Podemos dejarlo para otro momento?
Por su culpa o por la mía, tenía razón; Tiffany seguía inconsciente y después de todo lo sucedido era mejor dejar las preguntas para más tarde.
-Está bien -asentí centrando la mirada en los ojos cerrados de Tiffany- pero esto no quedará así.
El corazón de Tiffany palpitaba en su pecho tan débilmente que me sorprendía que aún siguiera con fuerzas para hacerlo. Era una chica fuerte, la más valiente que había visto en mi vida, incluso más que Cinthya o que yo. Nosotras estábamos entrenadas para enfrentarnos a la muerte, ella era capaz de hacerlo de una manera tan sencilla que parecía casi natural.
Tiempo atrás me había contado la historia de cómo murieron sus padres, pero ahora que yo misma la había vivido y visto a través de sus ojos, entendía cómo se sentía; sola. Ver morir a tus padres y no ser capaz de hacer nada debía ser la peor sensación de mundo.
Tenía que decirle que la necesitaba en mi vida, que ya formaba parte de mí y que lo sentía por todo lo que había hecho, por todos los problemas en los que la había metido. Por mi culpa estaba en esta situación de locos; por mi culpa podía morir.
Una gota calló sobre la frente de Tiffany; en un primer momento pensé que estaba lloviendo, pero luego fui consciente de que no se trataba de lluvia, sino de que estaba llorando.
-Dios, Tiffany vuelve en ti, por favor, por favor -sollocé en un susurro- por favor... por favor.
Me olvidé por un segundo del dolor y me incliné sobre ella para abrazarla con fuerza. Sentía que si lo hacía, de alguna manera podría traerla de vuelta. No podía perder a nadie más; no a ella.
Sentí sus pulsaciones sobre mi pecho, tamborileando junto al mío. Los golpecitos cada vez eran más rápidos y fuertes y el sonido de su corazón resonaba en mis oídos.
-¿Alex?







jueves, 19 de junio de 2014

Capítulo 42.

Sus manos agarraron mis muñecas y tiraron de ellas, llevándome a mí detrás hasta toparme con su pecho.
Estaba hecha un flan. Aquellas palabras habían salido solas de mí, como si mi propio inconsciente las hubiera dicho haciendo que la bomba detonase entre ambos y estalláramos con ella.
Ansiaba con todas mis fuerzas que nuestros labios se juntaran, que me besara hasta que me cansase de ello, algo que dudaba que sucediera algún día. ¿A qué esperaba? Sus ojos me contemplaban oscuros como la noche con un brillo especial en ellos que me gritaban que él también lo deseaba, pero que a la vez sabía que no sería una buena idea.
No podía dejarlo escapar, no esta vez.
-Bésame -susurré, sosteniendo su mirada.

-Estúpida -gimoteó.
Su aliento sobre mis labios, sus manos en mis muñecas, su pecho jadeante contra mi pecho... todo, lo ansiaba todo.
Sus labios besaron los míos con ansia, pero a la vez con delicadeza, como si quisiera que ese momento durase eternamente.
Su lengua se abrió paso entre mis labios, jugando con la mía, rozando mi paladar y mi labio inferior. Pasó sus manos por mis brazos, dejando un camino de fuego con su roce.
Todos los puntos donde él me rozaba ardían, desde las yemas de los dedos hasta el último nervio de mi boca. El sabor a sal de su piel era como un dulce manjar para mis papilas gustativas.
Mis manos subían y bajaban por su espalda, buscando el sitio perfecto para descansar en él, aunque no lo tenían claro; todo él era perfecto. Finalmente dejé que mis dedos se entrelazaran con los mechones de su pelo. Siempre había querido hacer eso.
-Estúpida -susurró, rozando mis labios- te dije que no te metieras en líos.
-Técnicamente me has besado tú por lo que no he hecho nada malo -respondí con una sonrisa. Me incliné sobre las puntillas para así tener mejor acceso a su boca. Tiré de él hacia mí hasta que se apoyó en mi pecho y volví a besarlo. Esta vez fui yo la que jugó con sus labios, acariciándolos con la punta de mi lengua hasta que escuché un quejido placentero procedente de su garganta.- Ahora si estoy metida en un lío.
Ambos esperábamos ese momento desde que nos conocimos; ¿que cómo lo sabía? Por la forma que tenía de besarme, por cómo agarraba la parte posterior de mi falda reprimiendo las ganas de sacármela de un tirón pero no lo hacía por respeto o pudor, por cómo nuestros labios encajaban a la perfección, por sus suspiros de alivio y frustración, por su respiración entrecortada y jadeante... por todo. Si alguien me preguntaba alguna vez cuál había sido mi momento perfecto, sin ninguna duda diría que ese.
-Deberíamos volver -jadeó, separándose unos milímetros de mí, pero sin soltarme del todo.- Todos se preguntarán dónde estamos.
-¿En serio? -sonreí, atraiéndolo de nuevo hacia mí. Le di un beso en la mejilla, seguido de otros dos más en la barbilla y un último en la comisura de los labios.- ¿Seguro?
-Alex...
Esta vez el beso fue más fuerte y brusco, incluso podría llegar a decir que posesivo. Pero me encantó.
Dejó caer todo su peso sobre mi cuerpo, emportándome así contra la piedra del pretil. Me hizo daño en la parte baja de la espalda, pero me dio igual, sus labios lo compensaban.
Me encantaba ver que producía ese efecto en él, que me quería como yo lo quería a él aunque nuestros actos no fueran precisamente buenos. Si alguien se enteraba de que Carter y yo habíamos hecho lo que estábamos haciendo, sería un completo desastre tanto para él como para mí, pero en esos momentos me daba igual todo, solo podía pensar en que por fin, una vez por todas, los dos habíamos conseguido lo que queríamos dejando atrás todas las preocupaciones. Solo nos dejábamos llevar.
Era tal la agonía que sentía por dentro, que incluso dolía;  como si tuviera una antorcha en el interior de mi cuerpo que expandía su calor por todo él, consumiéndome con sus llamas. Me preguntaba si él sentía lo mismo que yo; si también ardía con cada roce de mi cuerpo; si sentía la onda expansiva que se extendía por todo su ser cada vez que nuestros labios se tocaban, mandando descargas por todos los nervios que nos formaban.
-Alex... -resopló, apartándose unos milímitros de mí.
-¿Qué pasa? -jadeé, escrutándole con la mirada.
Me contemplaba como si fuera el ser más extraño y fascinante que hubiera visto nunca. Sus ojos iban de un lado a otro de mi cuerpo palpando cada detalle, llenándose con ellos. El brillo de sus ojos era tal que incluso hasta yo misma podía ver lo que le estaba costando hacer aquello; separarse de mí. No quería, pero era lo correcto. ¿¡Por qué siempre tenía que hacer lo correcto!? Pero eso no me echaba para atrás, todo lo contrario. Carter era el fruto prohibido, como la manzana de Eva y eso solo lo hacía mucho más atrayente; solo que yo, no me arrepentía de haberlo probado. No al menos esa noche.
-No, nada.. es solo que ... -volvió a resoplar, solo que esta vez apartó la mirada, fijándola en un punto tras de mí.
Lo había visto enfrentarse a vampiros sin ningún temor a pesar de que ponía su vida en juego y en cambio, ahora era la primera vez que lo veía tan asustado y vacilante. Aferraba mi vestido con fuerza, como si no quisiera irse, como si tuviese miedo de dejarme marchar pero a la vez sabía que debía hacerlo.
-Sí -sonreí para tranquilizarlo. No iba a irme, no ahora que por fin lo había conseguido. Acaricié su mejilla, justo donde tenía una pequeña cicatriz plateada como recuerdo de un ataque que yo misma presencié.- Será mejor que volvamos.
Por fin relajó sus músculos al rededor de mi cuerpo, pero no dejó de estar alerta. Quería decirle que no tenía por qué tener miedo, que todo estaba bien, no había hecho nada malo o nada que yo no quisiera y mucho menos que me iba a marchar. Quería quitarle todas estas locuras estúpidas de la cabeza, pero no sabía cómo podía hacerlo.
Terminó de soltarme, no sin antes agacharse para darme un último beso. ¿Qué significaba aquello? ¿Por fin podríamos estar juntos o simplemente había sido una tontuna de unos segundos? Adiós al momento feliz, hola al momento de no saber qué hacer con mi vida.
-Carter, yo... -empecé a decir, pero callé en cuanto lo olí.
Un olor dulzón y pegajoso pero a la vez atrayente; suave y fuerte al mismo tiempo, rico y ponzoñoso... sangre.
-¿Alex? ¿Por qué te has...?
-Shh -lo silencié, poniendo mi dedo índice sobre su boca.
Apretó mi mano con fuerza, como si él también lo hubiera olido, algo técnicamente imposible dado que yo tenía los sentidos mucho más desarrollados que él. Lo miré, captando su atención para poder decirle sin palabras que se mantuviera en silencio.
Estaba claro que algo no iba bien. Era como si de un momento a otro todos los sonidos de la naturaleza se hubieran puesto de acuerdo para silenciarse.
Allí estaba pasando algo.
-¿Oyes eso? -siseé, mirando de un lado a otro.
-No oigo nada.
-Exacto.
Solté su mano y di un par de pasos hacia adelante. Me era imposible resistirme a ese olor; llevaba varios días sin comer y aunque los Wrach no nos alimentábamos de sangre humana, no dejaba de ser un olor agradable para nosotros.
-¡Alex! -tiró de mi muñeca hacia él- ¿a dónde vas?
-Creo que algo no va bien.
-¿A qué te refieres?
No hizo falta respuesta, un ruido, como el de un chasquido emitido por un hueso al romperse respondió por mí.
-¿Lo has oído?
No me estaba mirando, pero a juzgar por la expresión de su rostro no me cabía ninguna duda de que la respuesta a mi pregunta era claramente un sí.
Con su mano libre, la deslizó hacia el interior de su chaqueta, dejándome ver un cilindro alargado y acabado en punta de un color oscuro. Una estaca. Él pensaba lo mismo que yo; no estábamos solos.
-Sí, lo he oído -sentenció, apretando mi mano con más fuerza.- No te separes de mí.
Caminamos de nuevo sobre el puente en dirección al bosque. Como me había pedido no me separé de él ni un segundo. Sentía que debía ser yo la que lo estuviera protegiendolo a él en lugar de al contrario, pero si lo hacía se preguntaría el por qué. Después de mi estancia en Richardford no paraba de preguntarme si no sería más fácil que los humanos o al menos los guardianes como Carter o Andrea de dichos colegios supieran de nuestra existencia. Nos facilitaría muchísimo más el trabajo.
El olor a sangre era cada vez más intenso, tanto que incluso me perforaba la garganta. Estaba haciendo una fuerza sobrehumana para mantener mis colmillos ocultos y que no salieran a la luz; desde luego sería una estampa muy digna de ver para Carter sobretodo después de haberme besado.
-¿A dónde vamos? -pregunté en un susurro.
No me contestó, simplemente emitió un sonido el cual yo interpreté como un chisteo para mandarme callar.
Desde luego aquella situación era desternillante.
Me detuve en seco cuando me pareció advertir un brillo plateado por el rabillo del ojo. Mi cuerpo estaba en completa tensión dada la situación y cualquier cosa me parecía peligrosa. Seguimos caminando. No sabía hacia dónde íbamos, solo que estábamos cerca, aunque lo supe en cuanto me di de bruces contra la espalda de Carter.
-Vampiros. -Dijo en un susurro ponzoñoso.- Será mejor que no mires.
Nunca se le puede decir a una persona que no mire algo porque dicha persona lo hará; y así lo hice yo. Me incliné sobre las puntas de mis pies para poder ver aquello que no debía mirar, por encima del hombro de Carter. Tenía razón, no debería haberlo hecho.
Después de ver aquello la sensación de hambre fue reemplazada por las nauseas.
Por mucho que la especie de los Wrach también se encontrara dentro de la raza vampírica, no significaba que la sangre siempre nos resultase atrayente, no al menos de aquella forma.
A los pies de un abeto medio despuntado, había un cuerpo tendido, si es que a eso se le podía llamar cuerpo. La cara estaba completamente manchada de sangre y barro junto con algunas puas del abeto bajo del que se encontraba. La garganta estaba desgarrada hasta el punto que podía ver los tendones y las cuerdas vocales junto con las tripas, intestinos y un pedazo de lo que parecía el bazo le salían del estómago.
-¡Joder que asco! -tuve que taparme la nariz con la manga de mi chaqueta. Aquel olor era terriblemente insoportable. No sabía cómo Carter era capaz de aguantarlo.- ¿Sabes quien es?
-No tengo ni idea.- Por primera vez desde que nos habíamos alejado del puente, soltó mi mano para agacharse al lado del cuerpo. Una extraña sensación se apoderó de mí, como si me sintiera desprotegida.
-Por su ropa tiene pinta de ser un guardián -observé de hito en hito el cuerpo descompuesto de aquel pobre chico o chica, no tenía muy claro qué era.- ¿Sabes? Desde luego deberíais replantearos poner sistemas de seguridad por aquí. Creo que os ahorraríais demasiados problemas.
-Como si eso fuera fácil.
Estaba de espaldas a mí, en cuclillas haciendo todo tipo de observaciones, pero aún así pude distinguir en su voz un toque de ironía mezclado con una sonrisa. Era extraño que sonriera dado la situación en la que nos encontrábamos, aunque lo que sí era muy irónico era el hecho de que hacía tan solo diez minutos estábamos besándonos y ahora examinábamos el cuerpo de un posible amigo suyo. Adiós a mi noche perfecta.
-No sé, lo más eficaz sería santificar la tie....
Callé antes de terminar la frase al darme cuenta de la estupidez que acababa de cometer. Efectivamente, si santificaban la tierra ningún vampiro podría acercarse o al menos entrar en los alrededores del colegio ya que sería Tierra de Dios y se les estaba prohibido el paso, pero es que si lo hacían tanto yo, como el resto tampoco podríamos entrar.
-¿Cómo sabes tantas cosas sobre el tema?
-Curiosidad -me encogí de hombros, algo más nerviosa de lo normal- su-supongo. ¿Sabes quién es?
-Tiene la cara tan cubierta de sangre que me es imposible reconocerlo.
-¿Es un hombre?
-Sí.
En mi vida había visto tantos ataques juntos en un mismo lugar sin contar ciudades como Nueva York, Nueva Orleans, París, Londres... sitios turísticos donde los Marwolaeth sabían que podían conseguir presas fáciles sin llamar la atención entre las comunidades de Wrach de la zona; pero en Richardford, un lugar alejado de cualquier parte y aislado totalmente del resto de la humanidad que contaba con agentes especialmente entrenados para matarlos... nunca.
Lo escuché incluso antes de verlo. Puede que los Marwolaeth fueran rápidos, pero no eran nada sigilosos.
Me agaché a toda velocidad antes de que sus colmillos tocaran la piel de mi cuello, agarrándolo así por las muñecas y estampándolo contra el suelo. Escuché cómo su columna vertebral cedía ante el impacto, junto con el grito de dolor que esto le había provocado.
-¡Alex! -gritó Carter asustado mientras corría hacia mí.
Con un solo movimiento me coloqué a horcajadas sobre mi atacante para impedirle toda clase de movimientos que pudieran causarnos daños a mi profesor y a mí, aunque no llegaría muy lejos ya que al menos, durante un rato estaría inmóvil de cintura para abajo.
-¿Nunca te han dicho que no se ataca a las señoritas? -sonreí con ironía, mientras el vampiro se retorcía de dolor debajo de mis piernas.
-¡Zorra! -gritó.
-Zorra no, señorita -apunté con mi dedo índice en alto- seeeñorita.
-¡Alex, quítate de ahí! -Carter pasó sus brazos bajo los míos y tiró de mí hacia atrás.- ¿¡Se puede saber en qué estás pensando!?
-¿En salvarnos el pellejo a los dos? -inquirí con ironía, cruzándome de brazos sin quitarle el ojo de encima al Marwolaeth.
-¡Soy yo el que debe protegerte a ti! -chilló encolerizado.
-¡NO NECESITO QUE ME PROTEJAN!
Estaba harta de que todo el mundo pensase que no era capaz de cuidar de mí misma. Puede que él estuviera entrenado para ello, pero yo sabía cuidar de mí misma y se lo había demostrado en varias ocasiones. Quizás era eso lo que sucedía, que le había demostrado que podía cuidar de mí misma en el ataque, cuando yo le salvé a él. No me había dado cuenta de ello hasta ahora, pero a decir verdad, era una estupidez.
-¡Tú y los de tu calaña vais a morir! ¿¡Me oyes!? -Exclamó el Marwolaeth.- Ya vienen de camino y no podréis con nosotros. Vosotros os creéis muy listos con vuestros trucos, pero esta vez no vais a vencer.
¡Se estaba refiriendo a mí, a mi especie!  Estaba a tan solo una palabra de desvelar lo que era ante Carter; si lo hacía ya no habría marcha atrás.
-¿A qué te refieres? -Carter tenía los dientes tan apretados que a penas se distinguían unas palabras de otras. En lugar de contestar, el vampiro se empezó a reír. No sabía qué le hacía tanta gracia, pero desde luego yo estaba empezando a perder la paciencia y Carter también.- ¡¿A qué te refieres?!
-Es irónico que no reconozcas una cosa que está ante tus ojos ¿verdad? -rió más alto, con amargura.
Esa fue la gota que colmó el vaso; no podía esperar más. Otro segundo y diría que yo no era una humana, sino una Wrach o mucho peor, mentiría y diría que era como él y eso solo me llevaría a la muerte. Era él o yo y estaba claro que ese no era mi momento.
En un abrir y cerrar de ojos, me deslicé al lado de mi profesor arrancándole la estaca de la funda del interior de su chaqueta para clavársela en el pecho al vampiro; quien dejó de reír progresivamente hasta que su cuerpo dejó de convulsionar. En lugar de convertirse en cenizas, su cuerpo permaneció intacto, señal de que se trataba de un Marwolaeth joven.
-Antes de que me eches la bronca -dije con voz cansina, aún con la mirada fija en los ojos del chico que yacía inerte ante mí-, solo nos estaba distrayendo. Y antes de que me preguntes que cómo lo sé, es porque ha dicho que vienen más.
Venían más pero ¿cuántos? Había alrededor de unos treinta guardianes, la mitad estaban de guardia mientras que los otros estarían en sus camas, ajenos a todo esperando a que les llegara su turno. Nosotros éramos solo nueve. Si no habisábamos al resto, era una batalla perdida.
Justo antes de que pudiera añadir nada más, una oleada de gritos de histeria llegaron hasta mis oídos. Sobresaltada, miré a Carter, quien a juzgar por su rostro, también lo había escuchado.
-Tenemos que avisar al resto.
-No, tú no tienes que hacer nada. Tú te vas a tu habitación y te encerrarás allí ¿me oyes?
-Pero...
-¿Me oyes? -repitió suplicante.
Aquella situación me recordó a la vez que me pidió que no me metiera en más líos. Utilizó el mismo tono agudo, casi lastimero para conmoverme. Esa vez lo había conseguido, pero estaba muy equivocado  si pensaba que lo lograría otra vez.
Yo era una Wrach y mi deber era proteger a los humanos, a si es que eso haría.
-¿Tan difícil te cuesta entender que puedo hacerlo? Estoy preparada. ¡Déjame que te lo demuestre!
-¿Y a ti que no puedo permitirme el lujo de arriesgarme a perderte?
Nadie en mis dieciocho años de vida me había dicho unas palabras con tanta fuerza como acababa de hacer él. Lo miré atónita, casi asustada por la magnitud de sus palabras. Las piernas me empezaron a flaquear y tuve que recordarme a mí misma que necesitaba el oxígeno para mantenerme con vida. Solo quería agarrar su cabeza con mis manos y besarlo hasta que nuestros labios se desgastasen; pero por desgracia no había tiempo para eso.
-Estaré bien, te lo prometo -me acerqué a él y le dí un suave beso en la comisura de los labios para después salir corriendo en la dirección opuesta. Si permanecía mucho tiempo más a su lado, no me marcharía.
¿Por qué siempre tenían que pasar ese tipo de cosas en los momentos menos inoportunos? Es decir, por fin había conseguido que el chico, bueno, mejor dicho; el hombre que me gustaba me besara y no solo eso, sino que también me dijera que no podía perderme y  resulta que mientras tanto un ejercito de asquerosas sanguijuelas estaban invadiendo el instituto para matarnos a todos.
*Qué vida más dura...* pensé con resignación.
Tuve que apretar el paso en cuanto advertí que no estaba sola. Calculaba que al menos había cinco Marwolaeth pisándome los talones; dos a mi derecha otros dos a mi izquierda y uno más rezagado varios metros más atrás. Ellos eran algo más rápidos que yo, pero yo contaba con años de entrenamiento mientras que ellos lo máximo que habían llegado a hacer habría sido defenderse del novio de alguna de sus victimas y eso, no contaba.
Uno de ellos, una chica más o menos de mi edad, apareció ante mí. Por más que me esforcé en mantener el equilibrio y frenar antes de llegar a ella, me fue imposible. De un momento a otro me vi volando por los aires al recibir un golpe en el esternón. Por suerte no fue demasiado fuerte y pude mantener la estabilidad al caer.
-Vaya, vaya... parece que tenemos una descarriada -se rió la chica.
Era alta, más que yo, pero sus rostros aniñados delataban que no superaba los diecisiete. Tenía el pelo rubio ceniciento, casi llegando a blanco y sus ropajes estaban algo desgastados, signos de que ya ni siquiera se preocupaba por su aspecto.
Los otros cinco vampiros se reunieron junto a ella haciendo un circulo de varios metros de diámetro a mi alrededor. Había dos chicas más, ambas morenas; parecían gemelas y tres chicos; uno de ellos me miraba con ojos viciosos, como si le gustase lo que veía. Me sentí sucia ante su mirada, como si me estuviera desnudando con los ojos. Me cubrí el pecho con los brazos, como si con eso bastara para que dejara de contemplarme de aquella manera.
-Huele bien -siseó uno de los chicos; el que parecía el más mayor. Alto, moreno y fornido.
-Lo cierto es que sí que huele bien -se rió por lo bajo una de las gemelas. Pasó por mi lado y me olfateó, levantando mi pelo para tener mejor acceso. Me retiré con brusquedad, pero tiró del mechón que tenía agarrado, llevándome de nuevo al sitio.- Nadie te ha dado permiso para que te muevas.
-Se llama eau de Alex Thomson, no eres la primera que la solicita, pero lo siento, no es que sea personal, sino es que es mi olor natural.
No debió de sentarle demasiado bien mi comentario. Emitió un gruñido de frustración a la par que tiraba de mi pelo hacia abajo. Mordí con fuerza mi labio inferior para evitar gritar.
-Vaya, vaya... nos hemos topado con una graciosilla -dijo la chica del pelo blanquecino mostrando sus colmillos- mis favoritas. Estúpidas humanas.
Aquel comentario me chocó. Pensaba que se habían dado cuenta de que yo no era una mundana, sino una Wrach por aquello del olor. Los Marwolaeth sentían debilidad por la sangre de los Wrach; nadie sabía el motivo pero así era. Lo único que me dio a entender era de que se trataban de vampiros jóvenes inexpertos al igual que al que había matado hacía unos minutos; y eso me otorgaba ventaja.
-Me la pido primero -sonrió con un siseo el chico que no había apartado sus ojos de mí en todo momento.
-¡Eso no es justo! -gritó la chica que me había tirado del pelo.
De no tratarse de una situación de vida o muerte y ser yo la que se encontrase en ella probablemente me estaría riendo de lo absurdo de la situación. Rectifico, empecé a reírme de lo absurdo que me estaba resultando la situación.
Seis pares de ojos rojos y hambrientos se posaron sobre mí, pero aún así no podía parar de reír. Quizás fueran los nervios, yo solo sabía que me era imposible.
-¿De qué te ríes, zorra?
-De ti, ups, perdón -rectifiqué con otra carcajada al escuchar su gruñido. Tuve que taparme la boca para reprimir la risa.
-Te voy a matar, zorra.
-¿Tú y cuantos más? -sonreí angelicalmente.
El chico decía la verdad, al parecer me había adjudicado como suya y fue el primero en dar un paso al frente y tener el valor de enfrentarse a mí. Estaba algo cansada de dar patadas y luchar, los entrenamientos últimamente estaban siendo cada vez más duros y sobretodo ahora que había conseguido controlar mi nuevo don, por lo que simplemente me limité a lanzarle una bola de fuego. El muchacho comenzó a dar vueltas como un loco gritando a la vez que giraba sobre el suelo tratando de apagar las llamas.
-Bien -amplié mi sonrisa, pasando mi mirada por los rostros atónitos de todos y cada uno de los presentes.- ¿Quién es el siguiente?